domingo, 30 de diciembre de 2012

Todo acaba menos lo que nunca empieza.



Crear, destruir. Lo que ya existe nos limita. Nos ata a una realidad que no nos deja improvisar. Tú. Yo. Somos más nosotros ahora. Se nos da mejor inventarnos historias que vivirlas. Somos mejores en esa clase de mentiras, mentiras que nos gusta creernos y que nos fumamos por educación. 
Acabamos viviendo de ellas. Como siempre. Somos jóvenes joder, irracionales, ya te querrás dar cuenta.

Nos queremos porque tenemos un millón de frases preciosas que necesitamos decir a alguien. Y esas frases encajan perfectamente con los momentos que creamos. Somos lo que siempre habíamos esperado. Pero no podemos planificarlo todo, esto no es el guión de una película. No puedes aprenderte de memoria todo lo que tiene que pasar hoy. Ahora, imagínate en diez años. Yo ya sé dónde estaremos, sé qué cenaremos, sé lo que nos diremos, sé a dónde viajaremos. Y no quiero saberlo. No quiero saber dónde voy a estar en diez años ni lo que estaré haciendo. Sí, encajamos perfectamente en el prototipo de la persona que queríamos que estuviese a nuestro lado. Pero quizá nos hayamos encontrado demasiado pronto... No quiero que nos queramos porque sabemos que no hay nadie así por ahí suelto. Alguien que te espere después de la tormenta. No quiero convertirme en ahorros, no quiero ser planes, no quiero nada de eso que me espera. Quiero ser un jodido interrogante. Nos conocemos tanto que damos por supuesto que siempre estaremos ahí, sabemos que estaremos juntos para siempre. Sólo nos queda por decidir el nombre de nuestros hijos y entonces, entonces ya lo sabremos todo. Ahora la vida es aburrida. La hemos aborrecido.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Es hora de irse.

Te has ido tan lejos que cuando caminas no se si vas o estás volviendo. ¿Cómo pudiste perder más de lo que tenías?. ¿En qué te convierte eso ahora? 
Ni siquiera la primera nevada del invierno podía contigo. Ahora eres tú la que viene a mi cama cuando te ataca el miedo, muñeca de porcelana, madre inventada.
Temo, y de verdad que temo, que mi respirar acabe contigo, como una ráfaga violenta de aire que sale, involuntariamente de mi, hacia ti, para destruirte. 

Sobre todo a que se te despegue la vida y encontrarte, un día de estos no muy lejanos, abandonada más de lo que ya estás en la estantería, polvorienta, envejecida, como un libro desencuadernado. A tener que guardarte como a una flor marchita entre mis páginas. A tener que leerte el final del libro.
Temo que ya no tengas nada más que decir y sobre todo, que se me olvide que un día dijiste algo.

¿Porque lo dijiste, verdad?



sábado, 15 de diciembre de 2012

Hola, soy yo otra vez. Te quiero.


Tu desnudez, completa e infinita, cómo duele cuando muere en mis recuerdos, para mí, para compartirla. Contigo. Esta vez no te escapes por la ventana.

Y eso que aún no te he visto sin ropa... Sin embargo no hay desnudez más mía, más tuya, más desnuda que la de tus ojos cuando me dejas reflejarme en ellos. ¿Me sientes dentro? Eres hermoso.


martes, 11 de diciembre de 2012

El amor propio es un veneno que engullimos casi tan rápido como esas uvas mustias que prometen a los depresivos y a los mediocres creer que la suerte es fruto de lo rápido que tragues basura en una noche.


Los mejores cerebros del país trabajan en las campañas de anuncios. Campañas navideñas con muñecos de peluche que se hacen caca encima y spots de invidentes que convierten fortuna en miseria con un solo chasquido son prueba de ello.


Pero pese a sus brillantes ideas todavía no han comprendido que el futuro está en los anuncios de preservativos. Podrían vender mucho más si en vez de una pareja atractiva pusieran un primer plano de Belen Esteban o de uno de los concursantes de Gandía Shore con un lema abajo que dijera:

"mañana, pueden ser tus hijos".


viernes, 7 de diciembre de 2012

No era suficiente, la eternidad nunca lo fue.

Arañas, tú animal,
con las uñas ennegrecidas
de carbón,
con tus dedos que escriben
muerte en mis muslos, carnívoros, sedientos,
y la convicción de que 
la luna caería una de estas medianoches
y se abriría de piernas ante tí,
con tus uñas ennegrecidas 
de carbón, de años, cansancio.

Mordías, más que la vida misma,
más que todas las medias verdades 
que pueden ahogarse en las lágrimas,
que la libertad enjaulada,
más incluso que el amor.



La navaja de Okham.

Cuando dos o más explicaciones se ofrecen para un fenómeno, la explicación completa más simple es preferible; es decir, no deben multiplicarse las entidades sin necesidad. Esto quiere decir que en ingualdad de condiciones, la explicación más simple tiende a ser la verdadera. Aunque no siempre, sólo es más probable que lo sea. 
Pero qué más da... acertar es cuestión de suerte, nunca sabremos cuál es la más simple. Ni siquiera sabemos si esto funciona. ¿Vas a jugártelo todo a la misma carta? Bueno, quién no arriesga no gana, dicen. Y si no ganas es como si ya hubieras perdido. 

En realidad, no tenemos ni idea de nada.

domingo, 2 de diciembre de 2012

El sol del invierno.

Nos tocamos, no es mucho y me sabe a poco. Pero sigue siendo suficiente. Suficiente para aferrarme con todas las extremidades que pueda y más a lo único que me queda vivo cuando todos se van. No te podrán descoser de mi alma y sin embargo eres libre de irte. Explícalo.

Todo el mundo se ha levantado alguna vez a por un vaso de agua en mitad de la noche, y ha atravesado sus pasillos en la oscuridad. La mayoría consigue su vaso de agua y vuelve a la cama, a oscuras, sin tropezarse con ningún mueble y sin necesidad de guiarse con las manos. Esto sucede porque todo el mundo conoce su casa. O eso creo. Pero contigo... contigo es diferente. Siempre acabo fiándome de más porque creo conocerte. Pero... ¡pum! cuando apago la luz tienes siempre preparada una guerra. Atacas cuando bajo la guardia y menos me lo espero, así, de repente, sin rodeos, más frío que el hielo que se derrite todos los días por allí arriba, en la otra punta del planeta sin que nos sintamos culpables. Somos así.


El invierno, tus labios nevados, tu corazón frío. Explícalo.





miércoles, 14 de noviembre de 2012

El ecuador de nuestros días.


Entonces miras y sólo eres capaz de ver huesos, piel y músculos desgarrados, máquinas que te apuñalan la sonrisa, que te cosen una a una las pestañas. Ése es el momento. Cuando te anulan la voz, los pensamientos, quieres gritar y no puedes, quieres querer y no te acuerdas. El ecuador de nuestras vidas acaba allí donde acaban el sentido de nuestros latidos, estrepitantes, cansados, marchitos e insonoros ante tantos ruidos de unos pensamientos que no tienen eco.

Es el momento perfecto para dejarlo todo, y huir.


miércoles, 31 de octubre de 2012

lunes, 29 de octubre de 2012

Todo el mundo persigue a la luna.


Hay caminos que estaban hechos para nosotros, igual que destinos enterrados. Algunos acaban en incendios de miedo, otros en lunas rojas de noches muy caras. Ella siempre tan alta y presa, tan inmensa en su oscuridad contenida. 

Hay lugares donde hace más frío y los cortes son más graves y más profundos. Existen de verdad cuando se pone rumbo hacia adelante y sin prisas, hasta arriba. He oído que hay lugares en los que incluso ya no crece ni un sólo arbusto porque han sido más transitados que el propio infierno, dicen que el hombre los hizo con su andar y que ya no saben si hay otros nuevos. 

Siempre hubo alguien antes que tú y los seguirán recorriendo cuando tú te hayas ido; la naturaleza acaba por asimilar los deseos ajenos y nos abre paso hacia sus secretos en una especie de resignación provocada pero intensa. Pero no nos han dolido. No fuimos padres de ningún camino, no se nos han quemado los pies queriendo trazarlos dejándonos algo más que la vida y los sueños de los que ya nunca hablamos, por reiteración o quizá por pereza.

Hay caminos con nombre pero muchos lo perdieron. Hay corazones por los que ha pasado tan poca gente que ha crecido la maleza.  Y hay corazones que han sido devastados porque los confundieron con caminos.

Intervalos de cordura.


















Era tatuarme la piel
o tatuarme la sangre y los huesos.
Pintar pájaros azules que salen de oscuras cavernas
o signos de dudoso infinito
recostados en los senos
y en columnas entalladas.
Era tatuarme mi nombre
o tatuarme tu ausencia
y las estrellas superpuestas
vacías de sentido y juicio.

sábado, 27 de octubre de 2012

Ni tú, ni yo, ni nadie golpeará tan duro como la vida.

He vivido en todos los corazones que se abren a esas horas de la tarde en las que todo se mueve y todo lo cambian las venganzas que han llegado flotando desde las nubes. Pero también he temido volver a casa y darme cuenta de que ya no me sonríes desde el cristal de tu marco, no me gusta perder lo que había conseguido. Yo ya pertenecía a ese sentimiento que hace nacer este ambiente otoñal, las calles salpicadas de toda la gama de los marrones y de tanta sangre helada. Me gusta esa paz de cuando te alejas, los pensamientos llegan mejor y más sinceros en días amargos desde la calma de una ventana alta o una azotea solitaria, imperturbable, lejana. El frío se adhiere a tu piel, a tus pulmones, a tus palabras.

Y te hace invencible.


martes, 23 de octubre de 2012

Cientos y cientos de formas de morir, y la más bella de todas es vivir.

Qué ligeras son las alas cuando se aprende a volar, pero cuán pesadas eran cuando no las sabíamos utilizar. Se han caído las hojas de dos otoños y se le ha aclarado el pelo, arrugado la inocencia y oscurecido la mirada. Se le ha quemado toda la ética, ha perdido los modales y ya no sabe llover si no es con música triste, lluvia con café. Antes sólo hacía sonar el río y ahora lo agita en silencio, repite que puede verte y asegura que no es con los ojos. La vida le ha aprendido a castigar por tantos y sucios pecados, pero cuando besa sus besos duelen igual. Dos otoños en guerra y sus labios siguen siendo los mismos.


Había olvidado qué pesadas se hacen las alas cuando se dejan de utilizar...

domingo, 14 de octubre de 2012

Revivir(te).

Quiero amarte, cazarte, desabrocharte, volcarte, despeinarte, leerte, saberte, protegerte, sentirte, bailarte, saborearte.

Y después, quiero repetirte.

lunes, 8 de octubre de 2012

No ves que siempre vas detrás cuando persigues al destino.


Entonces no siento ya con los nervios que se agitan,
con el pecho que se oprime, con la parte orgánica
natural que se conmueve al rudo choque de las
sensaciones producidas por la pasión y los afectos;
siento, sí, pero de una manera que puede llamarse
artificial; escribo como el que copia de una página
ya escrita; dibujo como el pintor que reproduce
el paisaje que se dilata ante sus ojos y se pierde
entre la bruma de los horizontes.

Todo el mundo siente.
Sólo a algunos seres les es dado el guardar como
un tesoro la memoria viva de lo que han sentido.
Yo creo que éstos son los poetas.
Es más: creo que únicamente por esto lo son.

Cuando un poeta te pinte en magníficos
versos su amor, duda.
Cuando te lo dé a conocer en prosa, y mala, cree.

Si tú supieras cómo las ideas más grandes se
empequeñecen al encerrarse en el círculo de hierro
la palabra; si tú supieras qué diáfanas, qué ligeras,
qué impalpables son las gasas de oro que trotan
en la imaginación al envolver esas misteriosas
figuras que crea y de las que sólo acertamos
a reproducir el descarnado esqueleto; si tú
supieras cuán imperceptible es el hilo de luz
que ata entre sí los pensamientos más
absurdos que nadan en el caos:
si tú supieras...
Pero, ¿qué digo?
Tú lo sabes, tú debes saberlo.


¿No has soñado nunca?
Al despertar, ¿te ha sido alguna vez posible referir,
con toda su inexplicable vaguedad y poesía,
lo que has soñado?

El espíritu tiene una manera de sentir
y comprender especial, misteriosa, porque
él es un arcano; inmensa, porque él es infinito;
divina, porque su esencia es santa.


¿Cómo la palabra, cómo un idioma grosero y mezquino,
insuficiente a veces para expresar las necesidades de la
materia, podrá servir de digno intérprete entre dos almas?


Imposible.





-Gustavo Adolfo Becquer-

sábado, 6 de octubre de 2012

Casus belli.

Nos amábamos rápido, lento, suave y ferozmente. Y después de cada beso llegaba esa calma propia del fin de una guerra, ese instante antes del caos, una tregua muy poco perpetua. Eran los segundos que precedían a la muerte respirados por quienes la harían llegar, pero dulcemente. Y otra vez, se encendía la chispa que nos haría arder en un mar de conflictos, y entonces rompíamos la paz y volvíamos a la batalla de explosiones, volvíamos a amarnos rápido, lento, suave y ferozmente, muy ferozmente.


martes, 2 de octubre de 2012

Invisibilidad inadvertida.

Es increíble todo lo que podemos llegar a ignorar. Todo eso que se pasa por alto sin apenas ser advertido. Pequeños detalles que cuentan demasiados y grandes secretos que sin querer vuelan poco pero llegan lejos, y que nos convierten en cuerpos poseídos de enfermiza (y quizá también eterna) ignorancia desembocada en indiferencia. Porque somos sólo cuerpos, cuerpos que ignoran o que conocen.

Y la ignorancia normalmente tiende al caos infinito.


lunes, 1 de octubre de 2012

Encontrarlo justo donde lo habías perdido.

Casi todos los armarios, grandes o pequeños, se ordenan desde dentro. Por mucho que lo intentemos, desde fuera hay poco que hacer. El primer paso es vaciarlos, sacudir los bolsillos tramposos que solo dejan ver una cara de la moneda, echar al eco de entre los vestidos, rescatar pantalones que dormitaban exiliados al fondo del armario porque  nunca nos los poníamos, viejas ideas que nunca sacábamos a la calle; simplemente porque las habíamos perdido. No podemos pretender guardar algo si no queda espacio, el problema es que nunca queremos deshacernos de nada "por si acaso". Tenemos que asumir que algunas veces en la vida toca elegir, y es mejor hacerlo de forma consciente que sin darnos cuenta.

Pero siempre nos damos cuenta tarde, cuando ya no encontramos nuestros zapatos de baile.





sábado, 29 de septiembre de 2012

Siete mentiras que no te he contado.

Soy agua, soy invierno y otoño sólo a ratos. Soy valiente y soy miedo. Soy natural, espíritu locuaz, soy de mañanas de estrellas y noches ilegales. Soy de las que no piden permiso pero luego piden perdón. Soy informal, inadecuada. Soy fuerte y aún no me he dado cuenta. Soy transferible, turbia, uniforme, soy contradicción, ridícula, soy de sonrisas suaves y latidos acelerados. A veces necesito irme lejos para volver con más fuerza, más intensa. Si permanezco en silencio necesito que me rescaten, la ausencia de tu voz me pierde. Soy letal, soy aprendiza. Soy quebradiza, ilusa, puntual aunque de un gran desorden mental. Soy buena y me encanta ser mala. Soy leal pero no siempre lo he sido, soy del número seis porque significa imperfección y a través de ella lo puedo explicar todo. 

Soy incondicionalmente tuya.



El mismo error.

Estamos demasiado bien acostumbrados, y por qué no, también domesticados para que se nos tropiecen los movimientos y para que se nos estanquen las arterias con hipocresía, que es de los colesteroles que más matan. Al final nos acabamos arrastrando, como todos, para conseguir algo, cualquier meta de origen desconocido con lo que rellenar nuestra existencia vacía. Acabamos haciendo lo que dijimos que nunca haríamos, quizá ya no sea tan malo como decíamos. Ya nada nos parece tan raro, la sociedad normaliza lo que antes era malo. Quizá sólo estemos peleando para que nadie nos baje de nuestra nube. Quién sabe si estamos sobrevalorando nuestros actos, quién sabe si estamos infravalorando nuestro tiempo. ¿Qué diferencia existe entre vuestro Dios creado y mis reyes magos? Todos somos esclavos de alguna mentira.
A veces me pregunto a qué precio hemos vendido nuestra inocencia.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Los crímenes del alma.


Solíamos hacernos viejos bajo el velo de sombras que nos regalaba la oscuridad de un viejo caserón abandonado que sólo nosotros y un par de gatos callejeros acostumbrábamos a frecuentar. Recuerdo la atmósfera ardiente, el polvo de las paredes y las presencias que enredaban el alma y la volvían opaca. Ese lugar lo hacía todo más triste, se miraba la vida en blanco y negro, y las pocas ventanas ocultaban cualquier fugaz amago de una sonrisa. Aquel lugar éramos nosotros, era nuestra mejor guarida, nuestro refugio en el mundo.

Nos sentábamos en una esquina, siempre uno al lado de otro, nunca supe por qué pero no nos mirábamos a la cara. Le hablábamos al viento esperando que arrastrase nuestras palabras a tiempos mejores, más seguros, con vanas esperanzas. Tú sacabas tu mechero del bolsillo derecho, el lado opuesto al corazón, y prendías el ambiente haciendo fuego tus deseos. Los encendías como si fueran velas para el diablo. Si alguien nos viera desde lejos -pensabas siempre- sólo conseguiría distinguir un círculo de llamas flotantes y quizá un par de dedos. Tu cigarro se vería como si fuese sólo la punta de un iceberg en medio de un mar helado y nadie podría encontrarnos. Por eso elegimos aquel lugar frío y extraño. 

El humo me llegaba siempre por la izquierda y se colaba invadiendo mis entrañas. Fumar es un crimen- decías. Y luego le dabas otra calada. Sé que querías meter tu vida en el humo y también que no te faltaba espacio, simplemente, ocupabas demasiado poco. El resto lo dejabas para quién sabe qué futuro.
Fumar es un crimen porque mata- repetías- cada cigarro es un día. Imagínate cuántas cosas estoy dejando de hacer, imagina cuantas acciones anuladas por un inútil trozo de papel. Todos los días que vendrán me los estoy quitando.

Y así pasaba el tiempo, los dos nos sentábamos, tu a matarte y yo a contemplar tu lento suicidio. Me hacías estúpidas ofertas de vicios por mi tiempo y yo siempre aceptaba.

Ya lo había soñado antes. El cielo se teñiría de rojo sangre y como siempre haría las veces de infierno. Llegaría demasiado tarde el arrepentimiento y las dudas se consumirían tan rápido como lo hiciste tú. Uno de esos tantos días llegarías con la mirada cansada y las palabras rotas, alegando altas dosis de realidad acumulada, cuando lo único que necesitabas era tiempo.

Pero esa vez fue diferente, abriste tu paquete y elegiste el cigarro de la suerte, ese que viene dado la vuelta y que reservabas para ocasiones especiales. Para cuando te hicieran falta sueños, para cuando te hicieran daño. Lo encendiste y me apresuré para observar tu rutina de movimientos, pero hubo uno que se escapó de lo normal, dejaste caer el cigarro al suelo. Después lo pisaste con odio.

- Este no me lo fumaré. Por ti. Viviré un día más para devolverte todo lo que te debo.

Lo supe mucho tiempo después, pero aquella fue tu manera de darme las gracias. Le diste una tregua a tu vida para intentar alargar la mía. Si, tu vida se hizo un día más larga. Lo que no sabías era que hacía tiempo que el número de cigarros superaba al de los días.
Tus crímenes acabaron con la siguiente calada, y desde entonces sueño que te encuentro en otras miradas, otra vida.
 

domingo, 23 de septiembre de 2012


Pase lo que pase, sólo tienes dos opciones: que sea un buen recuerdo,
o una gran lección.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Corazón cerrado por obras.

Creces y no quieres, las prioridades ocupan lugares diferentes. No sabes cómo lo haces pero siempre escoges el camino que no lleva a ninguna parte. La vida tiene ahora un retroceso estrambótico, un pasar distinto, en vez de ganar ahora pierdes con el tiempo. Te preguntas si en realidad hay algo que valga la pena detrás de tantas capas de piel, si has llegado ya al límite o si aún queda mucho más que rasgar. Prefieres esconderte tras tu mirada rota con defecto de vejez prematura, que no deja pasar ni un triste haz de luz, inaccesible para tantos, tan fácil de descifrar para tan pocos.
Sientes que debes mucho a muchos, tienes deudas hasta con el aire, y escribir es la única manera que tienes de saber perdonarte. Sólo has aprendido a vivir así, traicionándote.

Después de todo, te odias igual que respiras. Es sólo una tonta rutina.



jueves, 20 de septiembre de 2012

Septiembres que duran inviernos que tragan almas.

Pero la ciudad se ha vuelto gris y los cuervos anuncian una muerte segura que golpea con brutalidad todas las esquinas y las aceras. El viento me araña con sus garras y siempre que puede se lleva algo mío cuando pasa. Ya no estoy esperando lo que antes esperaba, los sueños del pasado ahora pertenecen al tesoro que me ha robado el ulular de esta ciudad. Almas vagabundas nunca se encuentran a salvo en casa. Y así sigo el camino, he contado todas las baldosas de los suelos que han tapiado mis ruinas. En total son cuatro millones novecientos veintisiete baldosas grises. Las he pisado todas, las conozco una a una. Sé que nunca serán de nadie antes que mías. Yo he escuchado sus canciones bajo la luna cuando el día se hace oscuro y el silencio da paso al rebullo de pensamientos, que piden turno para invadirme en secreto, ahora que por fin tengo tiempo para pensarme y reencontrar algo que quizá nunca haya perdido, sólo enterrado.

Lo mejor que tienen las ciudades son las noches, porque son la verdad que nadie se atreve a contar. Todos los secretos son valientes tras caer el sol, todas las verdades se gritan más fácil cuando el ruido se ha apagado y nadie puede oírte en las sombras. Y a pesar de que hoy las certezas no tengan importancia alguna yo aún sigo demandándolas, aunque sea solo dentro de mi, porque por fuera ya no valen nada. Es algo a lo que intento aferrarme cuando se acerca la brisa, que hace tiempo que intento reconciliar con la vida. Eso y las ganas de salir huyendo. Estoy cansada de tantos rostros demacrados por la propia crueldad de los que dicen lucirlos, de leer la arrogancia innegable, y sobre todo el victimismo en los gestos de la gente. La noche tiene una extraña calma, una armonía que atemoriza y un equilibrio inquietante: todo es tan transparente como debería ser, todos se muestran como son, dejan de rehuír a los espejos, que lloran porque aún tienen lágrimas, rotos por no ser usados.

Pero la noche no es eterna, cuando agoniza y el alba me amenaza hago la maleta, recojo mis cuatro millones novecientos veintisiete baldosas, todas ellas frías e inertes, y me dejo morir con ellas hasta el próximo atardecer, que aguarda en algún lugar, escondido tras alguna montaña.


martes, 18 de septiembre de 2012

Me hacías respirar.

Antes eras tú la que atrapaba pensamientos, la que perseguía mis imposibles. Eras tú la de la sonrisa imborrable, la que daba caza a todos mis temores. Me hacías sentir lo bueno. Lo de verdad. Me hacías respirar, joder, ¿por qué te has ido?
Eras mis secretos, ahora sólo el suspiro de un fantasma que me ronda en los recuerdos. Has dejado que pase el tiempo y la vida, no te has querido dar cuenta de que aun sigues viva. Has caducado cada salida, llorado todas tus lágrimas, has jugado todas tus cartas y no ya no te queda nada, sólo un puñado de resignación y conformismo. Lo temía, pero has aprendido a odiarte.
Sigues escuchándonos hablar en nuestra cafetería, miras nuestras fotos y crees vivir todavía en ellas. Sólo que ahora vives de las mentiras.
Supongo que es cierto, las verdades absolutas nunca existieron. Es como si hubiéramos vivido dos inviernos diferentes, dos vidas aparte. Te reencuentro y somos dos desconocidas jugando a reinventarse.

Las verdades de hoy no son las que eran antes.
Nosotras tampoco.

jueves, 13 de septiembre de 2012

¿Quién diablos pintó el mar del color del cielo, quién quiso borrar el horizonte?

Somos la repercusión de un pasado que arrastramos, de hacer nuestro un pequeño trozo de historia. Demasiadas ventanas que nos separaron del mundo, demasiado daño grabado a fuego, muchas balas disparadas, batallas perdidas. ¿Para qué?
¿Dónde está ahora todo lo que callamos, hacía dónde se han ido las sonrisas y las alas cosidas? ¿Dónde está mi desayuno en la cama, mi cuento de hadas, mi felicidad encontrada?
Quizá no se hayan ido, quizá  nunca llegaron y fueron solo espejismos. Pensamientos robados, ideas compradas.


lunes, 10 de septiembre de 2012

Hitorias de sus ojos, mi literatura.


Su piel se dejaba deshacer con mi tacto y jamás pidió clemencia cuando mis dedos, traviesos, jugaban a devorarle con ansia de algo mucho más grande que la vida, su vida. Y yo quemaba y también ardía pero su sonrisa era ignífuga. Él prefería guardarse los amaneceres y yo sólo pensaba en quemarlos todos, en noches interminables y sonrisas a medías, sonrisas a oscuras. Él me quería hacer real y yo quería convertirlo en literatura, quería meterle el alma en las palabras y hacerlo eterno en una cárcel de palabras. Mietras, él soñaba hacer de sus cuatro paredes nuestro planeta. Invetar escusas para trasnochar y dejar a un lado la cordura fueron siempre mis puntos débiles, el azar y la locura, y él los acertó al imaginarme.

Pero yo nunca fuí real.

sábado, 8 de septiembre de 2012

08.09.12

"El hombre más sabio que jamás conocí me había explicado en una ocasión que no existía en la vida experiencia comparable a la de la primera vez que uno desnuda a una mujer. Sabio como era, no me había mentido, pero tampoco me había contado toda la verdad. Nada me había dicho de aquel extraño tembleque de manos que convertía cada botón, cada cremallera, en tarea de titanes. Nada me había dicho de aquel embrujo de piel pálida y temblorosa, de aquel primer roce de labios ni de aquel espejismo que parecía arder en cada poro de la piel. Nada me contó de todo aquello porque sabía que el milagro sólo sucedía una vez y que, al hacerlo, hablaba un lenguaje de secretos que, apenas se desvelaban, huían para siempre. Mil veces he querido recuperar aquella primera tarde en que el rumor de la lluvia se llevó el mundo. Mil veces he querido regresar y perderme en un recuerdo del que apenas puedo rescatar una imagen robada al calor de las llamas. Bea, desnuda y reluciente de lluvia, tendida junto al fuego, abierta en una mirada que me ha perseguido desde entonces. Me incliné sobre ella y recorrí la piel de su vientre con la yema de los dedos. Bea dejó caer los párpados, los ojos y me sonrió, segura y fuerte.
-Hazme lo que quieras-susurró.

Tenía diecisiete años y la vida en los labios."


La sombra del viento, Carlos Ruíz Zafón.

martes, 4 de septiembre de 2012

miércoles, 29 de agosto de 2012

No vivía porque no tenía nadie que me lo pidiera.

















Cereales nadando en el vaso de leche y la misma historia repetitiva de siempre.
Baldosas frías, pies descalzos, un seis de espadas, ojos y corazones cerrados.
Otra vez yo hundiéndome en esta oscuridad que ha venido a quedarse, que me pisa los pies y no ha traído equipaje, sólo un infierno superpoblado.
Y yo mientras vivo de las noches, de su ir y venir, nacer y morir. Vivo de los latidos del viento, que se van haciendo cada vez más míos, y los voy poseyendo como a las tormentas de verano. Necesito lluvia que me arrastre, quiero abandonarme.
Hoy no me encuentro, hoy es uno de esos días.

domingo, 26 de agosto de 2012

Quédate a dormir.

Solo pido a cambio una pequeña porción de ti, que te levantes por la mañana y que tus pasos quieran caminar cerca de mi. Que vengan volando a mi ventana tus sueños y que exijan una fianza por si acaso no cumplo con ellos. Eso pido, una pequeña porción de ti, un poco, muy poco por ciento de ti. Una válvula aorta, solo un trozo de corazón que siga latiendo aun despues de muerto en mi bolsillo. No quiero ni pido nada mas, para que cuando yo me vaya, porque un dia me iré, tu sepas que yo solo vine a robarte aire y a llevarme pensamientos, soy ladrona de sentimientos. No pido gran cosa, solo guardarme tu olor en mi cabello y que tu aliento eche de menos mi cuello. Quiero hacerme un hueco en tus pupilas, quiero un refugio entre tus brazos y nunca lagrimas en tus mejillas. Comerme tus dudas y por robar, robarte todos los miedos. Y una vez arrancados todos tus gestos, cuando te haya quitado hasta la voz porque ha decidido abandonarte y quedarse conmigo, me ire lejos y te susurrare al oído, quizá con tu voz que yo ahora me guardo, que si no podemos vernos nos imaginaremos, asi siempre dormirás a mi lado.

viernes, 24 de agosto de 2012

Hasta que la vida nos separe.

Será que ya no me llevo bien conmigo, que me sienta mal trasnochar. Que me dan miedo mis sentimientos o que quizá no me conozco tanto como creía. Quizá sea a ti a quien ya no reconozco. Para qué echarle la culpa al tiempo, si fue nuestra y de nuestro orgullo. Mi felicidad dejó de ser la tuya y poco a poco dejé de protagonizar tu poesía. Es lo que pasa con las mentiras, que se pudren, se agotan, se enfrían y después se congelan. ¿Y luego? Luego se deshacen con los primeros rayos de sol de cientos y muchos más que cientos amaneceres después, se convierten en agua que se pierde con mucha más agua que viene de muchas otras mentiras para que si algún día, sin saberlo, os volvéis a cruzar, ni siquiera os déis cuenta. Así funciona, y si eso pasa, si una tarde de un otoño cualquiera cae una gota de agua sobre ti, resvala en tu muñeca y tú no la sientes, significará que los caminos se separan, y que las mentiras y el dolor, tarde o temprano, duela o no duela, se olvidan.






miércoles, 15 de agosto de 2012

martes, 14 de agosto de 2012

Confesiones.

Confieso que me he imaginado amándote, amándonos. Cada mañana.
Confieso también que nos he imaginado lejos, exageradamente lejos y sonriendo. Queriéndonos, todas las horas del día. Como tú y yo sabemos, sin intermitentes ni montañas rusas. Escalándonos poquito a poco para poder tocar el cielo. Quiero que seamos dos planetas que se orbitan y que no creen en las despedidas, que seamos como un consejo a altas horas de la madrugada.
Confieso que duele cuando estás lejos y que he buscado tus besos, que nunca aparecían debajo de la almohada. Confieso que la distancia es muy puta, y más cuando lo que nos separa son solo unos centímetros. Porque sí, lo confieso, te prefiero cerca, cerca de mis labios.


viernes, 10 de agosto de 2012

Con los pies fríos no se baila bien.

- Creo que no lo entiendes. ¿Sabes distinguir entre el bien y el mal?
- Perfectamente. Pero en realidad se trata de algo más, se trata de elegir.

Se levantó y con ella también lo hicieron sus mariposas y sus demonios, sus inquietudes y todas sus seguridades que muchas veces se convertían en humo que se evaporaba al ritmo de sus suspiros. Esa tarde el cielo lloraba sangre y hacía promesas de lluvia. Y ella, más viciosa que ninguna, se enganchó a trasnochar, a fumar atardeceres y al fuego del infierno. Son mentira todos sus besos y su voz desafiante es de sirena. Y si, quizá se trate de ser valiente y elegir. Pero no se puede elegir cuando no hay alternativa, por eso ella se fue con sus demonios, al infierno o a un piso más abajo, ese mismo atardecer, al caer el sol.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Después se meten en tus sueños.

Los secretos que yo conozco gritan a voces, son secretos que puedes oír aún estando sordo, secretos plasmados en mi semblante, de día y noche y viceversa, de pequeñas heridas, de grandes cicatrices, son puntos y comas de mi pequeña historia, de una vida, la mía, que cobra sentido al cruzarse con otra vida, la tuya.

José Etxailarena.

lunes, 6 de agosto de 2012

Con H de héroe.

Cuando el tiempo pasa aprendes que no todos los héroes llevan capa. Te das cuenta de que a lo mejor ellos también necesitan ser rescatados del abismo de vez en cuando. Y que no siempre tienen súper poderes, o al menos la mayoría de ellos no saben que los tienen. Hay héroes que no saben que son héroes.
¿Dónde esconderías algo que no quieres que nadie encuentre? Pienso que cuanto más a la vista, mejor. Esto es un poco lo que les pasa a los héroes, solo que nadie ha pensado en esconderlos porque han pasado desapercibidos durante mucho tiempo. Quizá demasiado. Pero un día aparecen, porque eso es lo que hacen los héroes (aunque ellos no lo sepan), llegan en el momento más inesperado cuando piensas que todo está perdido y te agarran de la mano. Por eso se han pasado de moda las medias naranjas y los príncipes azules. Y sabes que has encontrado a tu héroe cuando le miras a los ojos y te descose botón a botón el alma.

Dicen que los héroes te salvan la vida. Pero tú no solo me has salvado la vida, tú me has salvado en todos los sentidos en los que se puede salvar a una persona.


domingo, 5 de agosto de 2012

Eagle.
















Ha vuelto a llegar Agosto y sus pájaros de la tarde, sus lunas llenas y sus medias noches vacías. Han vuelto a salir todas las guitarras a los tejados y se vuelve a escuchar recitar poemas en idiomas extranjeros. Agosto es como una mala terminación de julio, una segunda oportunidad para los menos valientes y para las rosas de diciembre. Agosto es la guinda que falta o los centímetros de sobra de un vestido de fiesta. Agosto es una mezcla, es indecisión, por eso ella odia el mes de la transición. En Agosto ella se convierte en águila y vuela lejos, hacia la noche salvaje donde sus alas no se convierten en palabrería ni en objeto de burda poesía. Y a ella le gusta alejarse, crecer todo lo que un día le costó encoger y volver a su origen indómito, ser lo que la naturaleza creó y eligió para ella. Cumplir con su fin y asemejarse lo menos posible con su destino, seguir la línea recta de sus instintos indomables mientras los aullidos de las bestias se convierten en el ulular del viento que provoca su vuelo.


Ella odia Agosto porque es cruel dar solo una gota de agua a un sediento, es cruel regalar libertad si luego va a ser arrebatada. Odia Agosto porque cuando se acaba y llega septiembre pliega sus alas, se hace pequeña y debe volver a encajar en su vida, en sus manías, sus costumbres y el ir y venir de los días.

Aunque tú y yo seguiremos juntos, a pesar de Agosto.

sábado, 4 de agosto de 2012

Recuerdos de un futuro.

Pasamos demasiado tiempo invocando al olvido y algún día tendremos que vivir de los recuerdos.


El tiempo es tiempo, y la vida a veces muerte.

La admisión de un error puede llevar mucho tiempo. Semanas, meses, incluso años. La percepción que se tiene de uno mismo siempre nos intenta convencer de nuestra inocencia. Pero es una inocencia vendida a un precio quizá demasiado barato, casi regalada, porque no vale nada y pronto se desgasta o se consume igual que un cigarrillo en una noche solitaria. Pero siempre se puede enterrar un error. O maquillarlo y disfrazarlo para intentar engañar a nuestro subconsciente, o peor y más atrevido aún, a nuestra conciencia. Y cuando se entierra un error significa que no ha sido asumido ni reconocido, ni siquiera perdonado. Cuando un error se entierra, no solo se está ocultando a los demás si no que también a uno mismo. Y entonces surgen los remordimientos, que siempre han estado ahí pero sólo florecen en determinadas ocasiones, pero cuando lo hacen, te sacuden salpicándote de pasado y de huellas marcadas. La culpabilidad puede mover montañas, y el reconocimiento quizá sólo unos cuantos sentimientos mal sentidos que nunca estuvieron a prueba de balas.

Y así, sin más, cuando la herida aún sangraba, apareciste tú con tu verdad escrita en la frente y esas palabras grabadas a fuego en la boca. Pronunciaste en voz alta lo que yo nunca me había atrevido a pensar, y además lo hiciste sin darte cuenta, mientras en mi se estaba removiendo hasta la última célula por un golpe del pasado y en mi nuca sentía aún el aliento de alguien, quizá un fantasma, que pensaba que ya había olvidado.


Sigo sin entender la diferencia entre volar y caer.

lunes, 30 de julio de 2012

Agua que sube y que baja.

Hay veces, por increible que parezca, en las que la distancia, la ausencia, los remordimientos y el dolor juegan a nuestro favor. Como si fueran un viento salvaje de verano arrastrando un pequeño velero, un viento que sopla justo hacia donde queremos ir (aunque nosotros aún no lo sepamos), y que te arrastra de vuelta a tu puerto. Y eso sienta bien. Alejarse, perderse en mareas desconocidas y encontrarse después en el reflejo del agua. Si no te pierdes, no podrás encontrarte jamás. Y si no te encuentras, no izarás bien alto las velas para dejarte llevar, para que el viento, que es muy sabio, te haga regresar al punto de partida, te arrastre de nuevo a tu puerto.

Este es el secreto de la mortalidad, mantener un equilibrio, constante o no, entre perderte y reencontrarte. O entre olvidarte y reconstruirte. Agua que sube y que baja, como las olas que nos arrastran por el camino hacia casa que nos hace sentir de nuevo vivos.



viernes, 20 de julio de 2012

Telarañas de mi.


Me han tragando los tejados de la gran ciudad. La existencia se ha limitado a una lucha continua que no deja tiempo de abrir ventanas ni de contemplar despertares. Hace mucho que mi sombra yace en la noche, indefensa ante todos mis demonios y todas las criaturas nocturnas que yo misma había imaginado años atrás, susurrándome cosas al oído. Los amaneceres ya no me recuerdan a nada porque me he peleado con el sol. Me he peleado con la vida, con el viento, con el humo y el frio de verano. Con la vida, con las letras, con la poesía. Le he dado la espalda al día y ahora solo saludo a la luna y a las estrellas, omnipotentes, que juegan a ser lunares escondidos de rostros lejanos, ajenos, que me descubren allí a lo alto y me prometen tiempos mejores. Me estoy olvidando de los verbos en pasado y en futuro, porque este presente continuo que poco a poco me va robando tiempo y segundos es en realidad quien me mata y quien me salva de las predicciones de un futuro desolador y un pasado ya putrefacto que se esconde de mi memoria, como si fuera peligrosa, en los pliegues de un pantalón arrugado. Me he peleado incluso conmigo misma por no ser quien soy y por no querer serlo. Por eso me oculto entre las sombras de una gran ciudad que agoniza, que echa de menos cuando era joven y cuando las chimeneas aún no contaminaban ni llenaban los rincones de un humo espeso y gris que no deja sentir el amor en las aceras, que no deja que la lluvia moje y que el viento pase y haga que todas las hojas de todos los árboles bailen a la vez.


Ésta es una ciudad vieja, y éstos, viejos pensamientos de viejas guerras ya perdidas.

martes, 17 de julio de 2012

Hasta que no pierdes la carrera contra el horizonte.

La vida era entonces como un viaje en una moto vieja. Atrás, a las espaldas, quedaban kilómetros y kilómetros de asfalto negro y humeante que persiguen infinitos lejanos. Hacia delante, una carrera continua con el horizonte. A los lados sólo un paisaje distorsionado por la velocidad y a lo lejos quedaban las ganas de abandonar. La velocidad le aportaba todo eso que antes le había sido arrebatado tan duramente, le brindaba la oportunidad de pisar el acelerador y no pensar en nada más. Dejarlo todo atrás, huir del sedentarismo para acercarse un poco más a la adrenalina de un presente que pasa demasiado rápido y deja atrás, junto con el asfalto negro y usado, un pasado incierto. Por eso ella odia mirar el retrovisor y contemplar los pequeños y efímeros trozos de mundo que va dejando atrás. Quizá traigan más soledad y anhelo del que deberían.

Entonces pisas el acelerador y mientras, sin querer, tu mirada se escapa hasta el retrovisor. En este viaje tu tiempo corre contigo y reta a la ebriedad, a tu vida perdida, que se va quedando atrás, olvidada y marchita. Y tú la miras de nuevo, de reojo, a través de ese retrovisor salpicado con el barro de la lluvia. La carretera dibuja espirales a tus pies y tú solo puedes pensar en aumentar la velocidad, porque últimamente es lo único que sabes hacer y lo único que te hace sentir bien. A salvo. Entonces te das cuenta de que todo tarde o temprano acaba, a tu derecha el semáforo se ha tornado del color de la sangre y tienes que frenar. Tienes que cambiar. Decides parar, y cuando lo haces, la inercia de las promesas te impulsa hacia delante. Porque eso es lo que hacen las promesas incumplidas, las promesas olvidadas. Dejan cabos sueltos que te atrapan en un pasado que jamas volverá, y para cuando te das cuenta, ya es tarde. Has frenado. La moto deja de avanzar pero tú no, y tu vida sale disparada a cien por hora mientras dejas de mirar al retrovisor y tu mundo deja de girar. Entonces ves frente a tí todo lo que creías lejos. Descubres que había estado delante tuya todo este tiempo y que no lo habías sabido ver. Y cuando disminuye la velocidad y todo está en calma, descubres que hoy hace un buen día, que el barro de la lluvia que inundaba los espejos de tu moto no eran más que manchas en tu pasado. Descubres que la calle hoy huele a flores y no te habías fijado. Que en el coche de al lado está sonando tu canción favorita. Pequeños detalles que habías ignorado. Pero no te habías dado cuenta de todo esto hasta que te has dado de bruces contra el suelo. Hasta que has fallado, hasta que has perdido esta carrera contra el horizonte. No te das cuenta hasta que algo o alguien no te obliga a frenar el ritmo que tarde o temprano iba a acabar contigo.

lunes, 16 de julio de 2012

sábado, 14 de julio de 2012

Me niego a que la vida sea solo esto.


Me niego, a que pase el tiempo y a que la rutina se nos escape por cada uno de los poros de nuestra piel. Me niego a mirar atrás y ver la vida que se nos olvidó tener. El desayuno que se nos olvidó tomar en la cama una fría madrugada y ese beso que se quedó atrapado en el continuo espacio tiempo. Nuestras palabras perdidas lejos, en el firmamento y los hijos de la noche contemplándolas mientras ellas traen recuerdos de todo lo que no fue y se nos olvidó ser.  Todo lo que llevábamos dentro y se nos olvidó sacar. Todas las partituras de la banda sonora de nuestra vida que se nos olvidaron en casa, encima del piano, pidiendo a gritos salir del papel y convertirse en sonido. Por eso, improvisa. Improvisa nuestro futuro, porque es mejor lo que no está planeado. Porque las cosas se digieren mejor si son de repente. Si son sin avisar.

Y a este sentimiento tan nuestro.

Me sabes a locura, a desenfreno, a mañanas sin alba y noches sin freno. Me sabes a nuevo, a agua y miedo. Me sabes a veces un poco a fuego. Y luego se confunden nuestros sabores y cuando te beso me sabes a mí. A este sabor tan dulce y tan amargo, tan pequeño y vulnerable, tan poco estable.

Y es que me sabes a vida. Y me sabe realmente bien. 

lunes, 2 de julio de 2012

Trastornos nocturnos.

Los sueños se pierden cuando se deja de creer en ellos. Y cuando se deja de creer en un sueño se deja también de intentar conseguirlo. A veces incluso es lógico dejar de creer en ellos. Son sólo sueños, y los sueños, sueños son. ¿Si las personas y las metas cambian, no es ridículo que los sueños sigan siendo los mismos? No te sientas nunca culpable si abandonas uno. Siéntete culpable si no lo reemplazas por otro. Hay que soñar. Siempre. Pero no dormidos, tenemos que soñar despiertos. Si no nunca nos acordaremos y nadie quiere vivir sin recuerdos.

Aunque muchas veces lo que necesitamos no es un sueño de una noche, si no algo más.
Lo que necesitamos son certezas. Autenticidad. Garantías, de que si algo sale mal podamos dar un paso atrás. Necesitamos un camino a casa por donde volver, porque la verdadera realidad es que nos asusta perdernos y no encontrar las migajas de pan que dejamos tras nuestros pies "sólo por si acaso".
Por eso sólo las personas valientes sueñan. O quizá no tan valientes.
Cuando un hombre pierde su sueño, es como si su corazón se parara. En realidad seguirá latiendo pero ya estará muerto. Seguirá respirando y nadie a su alrededor se percatará de que sus ojos están llenos del más absoluto vacío. El hombre necesita sueños en los que creer, pero si el hombre sueña se acostumbra a esperar. Con lo cual, tener un sueño solo es el camino para hacerlo realidad. Y si se te olvidan las migajas de pan y el camino se borra con el barro y la lluvia, tener un sueño se convierte en algo mediocre y tener una certeza es seguridad. Pero también miedo.
Un miedo atroz que congela los pulmones y no deja respirar.  Por eso, da igual.

Todo da exactamente igual. Lo único que sé es que por las noches hace frío y cuando me levanto tú ya no estás.

sábado, 30 de junio de 2012

Cuando yo te quiera. Como tú me quieras.

Respirar tu aire y quererte hacer mío, minuto a minuto, caricia a caricia. Y guardarme en los bolsillos del alma tu mirada, intentar capturar cada momento para poseerlo de la misma manera en que se posee una fotografía arrugada en el fondo de un cajón.

Y así poder sacarla y salvarla de la oscuridad, desdoblarla, y hacer que vuelvas todas las veces que quiera sentir tu calor. Que tu corazón palpite por los dos cuando al mío se lo haya tragado una inmensa marea de solitarios despertares.


Tiritando el olvido.



















"La pena es una cosa extraña, nos deja totalmente desamparados.  Es como si una ventana se abriera sola, la habitación se queda fría y lo único que puedes hacer es tiritar. Pero cada vez se abre un poco menos y un poco menos, hasta que un día nos preguntamos qué habrá pasado con ella."


Memorias de una geisha.

viernes, 29 de junio de 2012

Fototropismo.

Llegó a acostumbrarse tanto a él que buscar su mirada se convirtió casi en un acto reflejo. Buscaba sus ojos entre la multitud y cuando los encontraba, buscaba todavía más dentro de él, intentando sumergirse en su ser y perseguir sus sentimientos. Había algo extraño entre los dos. Si estaban cerca sus miradas peleaban hasta encontrarse y cuando lo hacían, sucedía que sus cuerpos giraban el uno hacia el otro. Entonces todas las leyes del universo los obedecían y ellos solo se dejaban llevar por eso que llamaban vida y que no habían sentido hasta el preciso instante en que sus caminos tropezaron.

Por eso me recordaban a un campo de girasoles. Es como si él fuera el Sol, que ardía a lo lejos y surcaba el cielo de un lado a otro; y ella una flor furtiva, que lo perseguía y se encogía por las noches sin su calor, sabiendo que volvería a amanecer un nuevo día.

Se puede hablar de fototropismo, de inflorescencia o de cientos de agentes químicos, pero yo prefiero llamarlo amor.

lunes, 25 de junio de 2012

¿Alguna vez has perseguido un conejo blanco?

Todos sabemos que no nos contaron el final de los cuentos. Es un tema repetido hasta las saciedad, tanto que aburre. Sabemos que las princesas no acaban siendo felices y comiendo perdices, también que los príncipes a veces desaparecen después de despertar a las princesas con un beso. Pero oye, un reino da mucho trabajo. Es normal que quieran despertar a otras princesas con otros besos. Pero Alicia es diferente. 
Ella hizo lo que nadie antes había hecho. Se enamoró de un conejo.

Alicia sentía como le faltaba el aire y como se la tragaban el lujo y los muebles de su habitación. Cuando se levantó de la cama, un escalofrío recorrió todo su cuerpo al acariciar las frías baldosas del suelo con sus pies descalzos. La luz entraba sigilosa entre las rendijas de las persianas, y iluminaba tímidamente, como si estuviera pidiendo permiso, el pelo de Alicia, que era un pelo normal y no se parecía en nada al pelo de una princesa. La noche es muy larga y revoltosa, y Alicia, como todas las chicas del planeta, se levanta con un cabello que, por asi decirlo, se aleja bastante de la perfección. No, chicos, si alguna vez os despertáis al lado de una señorita que por la mañana tiene el mismo pelo que tenía por la noche, no os lo creáis. Seguro que se ha levantado antes que vosotros para peinarse y luego, sin hacer ruido se ha vuelto a meter en la cama y ha fingido estar dormida, esperando que la despertéis con un beso de película. Nunca os fiéis de ellas, mejor elegid una que se levante con pelos de loca y el maquillaje esparcido por la cara. Esas te dirán siempre la verdad.

Alicia se puso su vestido azul, que le quedaba un poco o muy grande porque se lo habían comprado sus padres y querían que durase muchos años para no tener que comprarle otro. Sí, en el país de las maravillas también están en crisis, aunque no os lo creáis. Alicia salió al jardín, pensaréis que a leer un libro, pero no, esas cosas están pasadas de moda. Salió a ponerse morena. No es ninguna novedad que Alicia es pálida como las rodajas de un sándwich. Se quitó el vestido, porque debajo llevaba el bikini, y se tumbó en una hamaca.

No tardó en pasar por allí un conejo blanco precioso. Alicia al principio no le hacía caso y el conejo intentaba llamar su atención dándole pequeños mordiscos en los dedos de los pies, porque así es como ligan los conejos. Y como no había manera de que ella se fijara en él, el pobre tuvo que robarle el móvil y salir huyendo, a ver si así le seguía y podía hablar con ella. Y el conejo tenía razón. Alicia se volvió a poner su vestido que le quedaba grande y salió corriendo detrás del conejo.

El caso es que este conejo no encontró bosque por donde correr porque lo habían edificado todo y los árboles ahora eran rascacielos con cientos y cientos de pisos. No encontraba ninguna madriguera y estaba muy cansado porque había corrido demasiado, así que le devolvió el móvil a Alicia, que le miró con los peores ojos con los que puedes mirar a un conejo.

Del conejo no se supo nunca nada más, pero Alicia pensaba en él todas las noches. Conforme se hizo mayor, se le declararon cientos de príncipes. Ella, como casi todas las chicas, esperaba un príncipe azul, que no destiña, que sea apuesto y honesto y todo un caballero. Y los príncipes esperaban lo mismo de las princesas. Ambos, príncipes y princesas, esperaron durante años y años, pensando en lo felices que serían y todas las perdices que comerían cuando encontraran a su media naranja. Pero estuvieron tan ocupados pensando cómo tenían que ser las princesas o los príncipes, que se les olvidó fabricarse a sí mismos con las mismas características que esperaban de la otra persona. Y cuando Alicia descubrió todo esto, se arrepintió y quiso volver atrás para quedarse con el conejo, que la había visto con sus pelos de loca y aún y todo le había hecho cosquillas en los dedos de los pies.

Y tú, ¿qué prefieres, un príncipe o un conejo?
Yo no lo sé, pero mejor me empiezo a fabricar a mi misma para el día en que llegue (si no ha llegado aún), sea príncipe o sea conejo blanco.

domingo, 24 de junio de 2012

Todos esos solsticios de verano, todos esos bombardeos al alma.

Despertad, vosotros, todos los miedos irracionales. Que se levanten los soldados del alma y que se haga una guerra de fuego, que no termine hasta el amanecer del día de la victoria. Y que se quemen todas las voces de aquí dentro que piden ser escuchadas y que arden en el alma sin dejar volar las palabras en alto. Que se acabe el ruido que hacen nuestros pensamientos y que lo hagan en silencio para que podamos oir el sonido que hacen las ataduras al romperse. Y que se queme todo con un fuego transparente, que arda y que luego se evapore, para huir mirando a la luna y a los fantasmas de desconocidos. El viento se encargará de barrer todas las cenizas que ha dejado nuestra muerte, tan vendida y tranquila.
Nosotros nos iremos con el humo, y nos perderemos en un puñado de ozono y de estrellas marchitas, hasta convertirnos en ese cielo al que nadie mira y del que nadie se acuerda. Y que cuando lloremos agua y sonriamos vida, se nos hará frágil el tiempo y dificil el frío de verano. Y convertirnos en ceniza, y dejar que ardamos lentamente con las llamas esperando a que se consuma un fuego que llevaba ya tiempo quemando pero que no sentíamos, o no habíamos querido sentir.

Por eso volemos como la ceniza de las cosas pasadas, unámonos al viento y que nos lleve lejos a donde él quiera, donde el miedo no nos arañe el corazón.

miércoles, 20 de junio de 2012

El tiempo probablemente no exista, quizá sea un invento para vender relojes.

Las hojas dejaron de bailar, dejó el viento de ulular, y la muerte callaba y nos miraba escondida mientras nosotros hacíamos el amor con solo una caricia. Entonces el tiempo se paró. Se rompieron todas las agujas de todos los relojes y todas las antiguas promesas. Se rompió el aire y todo lo que había existido hasta entonces se derrumbaba. Se rompieron los recuerdos de entre la inmensidad de una destrucción desoladora, hasta que se rompió también la distancia. Ese fue el momento en que nos perdimos. Tu en mis ojos, yo en tu mirada. Tu en mi aliento, yo en tu boca. Tu en cada centímetro de nuestra historia y yo en tu alma. 


















Entonces el reloj dio las doce y el príncipe se escapó.

martes, 19 de junio de 2012

El silencio es para los muertos.

Hoy el silencio es para los muertos porque hoy toca respirar y llenarnos de todo lo bueno. De todo lo que nos hace falta. Deshacernos del olvido y de lo viejo. Encontrarnos con la vida y mirarla fijamente a los ojos, sin apartar la vista. Pintar un cielo y que las nubes nos persigan. Saber que podemos contar las estrellas y que la distancia está sólo en nuestras mentes y es mejor cuando estamos cerca. Reconozcámoslo, las noches se nos escapan. No somos eternos.



No son tiempos para soñadores. Pero nunca lo fueron. Por eso soñamos.

domingo, 17 de junio de 2012

Yo creo en las hadas.

¿No os habéis dado cuenta? ¿Por qué de repente todos creen en Dios cuando quieren algo de él, cuando se les cae la vida por el retrete? ¿Y por qué cuando sus vidas vuelven a la normalidad vuelven a su mantra continuo y repetitivo de "yo no creo en Dios"? Pues bien, eso me pasa a mi un poco contigo. Nunca había creído tanto en alguien como en ti. Pero yo qué sé, el tiempo ha vuelto a hacer de las suyas y le ha dado la vuelta a la moneda. Era de esperar, ¿no?

Pues yo no lo esperaba. Todo el mundo lo decía, pero yo no me lo creía. Y ha pasado. Ha pasado como si fuera el ciclo normal de la vida, como si tuviese que pasar. Los álbumes de fotos siguen ahí, echando polvo, pero con los mismos recuerdos que siempre habían encerrado. Y a veces tengo miedo de que nuestro amor se quede igual que las fotos, echando polvo, siendo parte de un pasado. ¿Alguna vez habéis creído de verdad en alguien? No me refiero a la confianza ni la admiración (que tampoco están de más), sino a creer de verdad. A poner todo lo que tienes dentro de una persona y darle un pedazo de ti. Uno sin el que no podrías vivir. Eso es creer. Regalar trozos de vida. Da tanto miedo cuando miras atrás y ves que te has ido, que algo de ti ya no sigue contigo. Que ya no eres la que eras y que quizá no vuelvas nunca. Y te da miedo no encontrarte entre tanta soledad fantasma.

Ya nos lo dejó bien claro Peter, tenemos que creer en las hadas y está prohibido pronunciar la frase en negativo. Por eso, repite conmigo: "Yo creo, si creo, yo creo en las hadas". Pero también sigo creyendo en ti. Porque creer no significa ver y tocar, ni tampoco sentir. Para creer sólo necesitas saber que está ahí, en alguna parte, bajo el mismo universo que tú. Y yo no soy de despedidas.

Por eso yo no creo en Dios. Yo creo en ti.