jueves, 29 de marzo de 2012

Que paren el mundo que yo me subo.

Baila conmigo. Y llévate un paragüas porque te aseguro que lloverá, pero no intentes pararme los pies. Ven, agárrame de la mano y baila conmigo porque no coordino bien los pasos. Prometo que me dejaré llevar, que no querré ser de las que les gusta mandar. Me dejaré sorprender. Te abrazaré y fingiré que no me importas. Cógeme de la muñeca si intento escapar. Cuando nos digamos adiós, date la vuelta y mírame, así sabré que volverás. Si no llamo, búscame. Si te cuelgo, búscame. Y si me encuentras, baila conmigo. Baila conmigo hasta que nos duelan los pies y se me haya roto el vestido. Intenta convencerme de que me protega bajo el paragüas, si quieres escuchar alguna incoherencia. No importa que no sepamos seguir el ritmo. No importa que desafinemos. No importa si te digo que en realidad la música sólo la hemos oído nosotros. Tú baila. Y hazme creer que seguirás bailando, y que no necesito el paragüas. Hazme creer que has vuelto. Que he vuelto.

Algunas historias no necesitan final.

martes, 27 de marzo de 2012

No me apetece quererte.

Por eso estos días prefiero enamorarme de Romeo, o de cualquier otro personaje, antes que de ti. Por eso he cambiado el perfume de las flores por el de las páginas. Por eso y para que no tengas que tomarte la molestia de bañarme el corazón con tu mirada, ni siquiera necesito que colonizes mi corazón irreversiblemente. No quiero cartas en el buzón ni flores en la puerta. No aspiro a una caricia mañanera. Tan solo a un beso en un portal y rubor entre las piernas.

Las flores han emigrado.

Ahora duermo con la luz apagada. Puede que haya echo un pacto con esos mounstruos de los que te hablé. ¿Te acuerdas? Esos que tanto miedo me daban y hacían que me tapase hasta los ojos. Los que hacían que solo pudiera dormir si era entre tus brazos, respirando tu aire. Pero ahora que te has ido ellos han vuelto para ocupar tu lugar. No son tan malos como pensaba. Puede que la soledad los haya trastornado, pero aprecian mi compañía más de lo que tú lo hacías. Me susurran cosas sobre tí. Siempre lo hacen al oído, su proximidad a veces me asusta. Me han dicho que ya no recuerdas el sonido de mi voz ni el de mi piano. Que se te ha olvidado la canción que te enseñé ese día cuando las flores emigraron. Luego te metías entre mis sábanas. Nuestras sábanas, mojadas de amor. Suelen contarme esta clase de historias. Hacen que te odie. Quizá lo necesite más que nunca. Una noche quise preguntarles si habían necesitado odiar a alguien con todas sus fuerzas alguna vez. Pero ellos solo tienen palabras para borrar tu rostro y tu olor de entre mi ropa. Para borrarme tu sonrisa y desfigurarme la vida.

Me pregunto si tú también tendrás mounstruos debajo de la cama. Ellos me han dicho que los tuyos son muy diferentes. ¿Te susurrarán cosas al oído al ponerse el sol? ¿Te dejarán respirarme? ¿O te esconderás de ellos cada noche? Me pregunto si todavía seguimos mirando al mismo cielo o es que te has desvanecido entre mis ruinosos recuerdos. Ellos no me lo quieren decir. Parecen saberlo todo.

Él apagó la luz, y se tapó con sus sábanas limpias que olían a detergente. Ella no tardó en imitarlo, solo que más lejos y en una habitación muy diferente, con mounstruos muy diferentes. La oscuridad no tardó en llenarse de voces susurrantes para ella. Le hablaron durante toda la noche y le contaron que estar con él era eso. Abrir la puerta y encontrártelo con una rosa en la mano y un perdón en la boca.


Él se abandonó al sueño y cerró los ojos. Ella no pudo dormir.

domingo, 25 de marzo de 2012

Corazón de tinta.

Todo el mundo conoce a los escritores. Los carceleros de las palabras. Siempre intentando atrapar pensamientos entre una pluma y un papel, pobres ingénuos. Siempre tan borrachos de letras y tan ebrios de soledad. Tan atrevidos y tan poco valientes cuando la realidad supera sus fantasías. Todo el mundo los conoce, pero nadie se acuerda de los personajes. Ellos hacen todo el trabajo sucio. Son ellos los que tienen que cargar con las consecuencias de unos actos pensados y elaborados desde un principio, a veces tan crueles... Las princesas se ven obligadas a besar sapos simplemente porque el guión lo exige, y los príncipes desaparecen de las historias durante semanas, para luego aparecer cuando la drama ya está resuelta. ¿Y qué es de todos esos que fueron condenados a la muerte por un escritor furioso y trastornado? Por no hablar de los que se sienten utilizados para resolver los traumas personales de escritores asustados. Sus relatos están tan vacíos de vida que los personajes muchas veces acaban el resto de sus vidas saltando de puentes y asegurando ese subidón de adrenalina que le falto a nuestro querido escritor el aburrido, que no fue capaz de hacer que la princesa y el príncipe se reencontraran antes de medianoche.  Y todos esos que pierden al amor de su vida en un arrebato de melancólica desgracia del escritor. Si algún día eres un personaje, o peor aún, un protagonista, vivirás siempre con una aterradora duda en la cabeza. Los pobres personajes... condenados a revivir su muerte una y otra vez y las mismas tragedias cada vez que alguien decide leer su libro. Nunca vuelven a ser los mismos. Una vez conocí a un protagonista con el síndrome de la pluriexistencia. El desgraciado de él ya no distinguía la realidad y corría por las calles gritando que era inmortal y nadie podría acabar con él. Lo único que quería era tener un corazón de verdad, igual que pinocho quería abandonar esa madera roída y tener un cuerpo de verdad, uno de carne y hueso, nuestro protagonista tan sólo deseaba un corazón, ya que el suyo estaba inundado de tinta y hacía ya tiempo que la sangre no corría por sus venas. Por las noches se oían alaridos de dolor cuando se le subía la tinta a la cabeza e imaginaba ser el capitán de un barco en un desierto. Su creador fue un despiadado escritor frustrado por su calvicie. Cada vez que descubría un pelo caído, asesinaba a cualquiera de sus personajes. Cuando terminó la novela no quedó ningún superviviente, salvo nuestro amigo el del trastorno de la pluriexistencia. Malvados escritores. Pueden llegar a ser seres horripilantes con sed de sangre, más bien, de tinta. Nunca les gustaron los finales felices. "Fueron felices y comieron perdices" se pasó de moda.



Por eso, debes tener cuidado, y esperar a que el destino no haga que te cruces con ningún escritor por el camino. Ten siempre cuidado con quien te escribe, y lleva siempre un papel en blanco encima. Eso les asusta. Nunca, jamás de los jamases, en el caso de caer prisionero y convertirte en uno de sus otros personajes, dejes que la tinta que corre por tus venas apague tu corazón.

sábado, 24 de marzo de 2012

Ancianas contra la Ley (de la Gravedad)

"Me gusta ver cómo se caen al suelo las ancianas. Dirás que soy cruel, vil, frívolo o malvado, pero no hay maldad en ello, de hecho, me gusta ver cómo se cae todo el mundo al suelo, pero especialmente las ancianas. Me pasa desde niño: la primera noticia que tengo de mi vida, después de mi propio nacimiento, es aquella ocasión que me cuenta mi madre con frecuencia en la que mi abuela (que murió poco después de nacer yo y de la que no guardo recuerdo alguno) se tropezó y se dio un buen hostiazo y yo, aún siendo un bebé, me descojoné de la risa. Supongo que, desde entonces, me gusta ver el descalabro de la orgullosa verticalidad humana, aunque sea momentáneo, a manos de las implacables leyes de la naturaleza. Memento morí.
Toda esta noche estuvo girando la Tierra lentamente y de mañana subió el Sol. Dejé al Sol pasar a mi casa, a mi cuarto, a mi salón, y aquí, tomándome un expresso y fumando de liar, me he puesto nostálgico al escuchar una canción de los tiempos heroicos. Entonces he empezado a recordar a todas las ancianas a las que he visto caer en mi vida. Aquella, ya entre nieblas, que se tropezó en la calle principal de Torremolinos. Aquella que, en Oviedo, se estampó sobre los pasteles que llevaba bien envueltos. La que en un pueblecito ignoto se precipitó portando una bolsa del supermercado en cada mano y no pudo usar los brazos para frenar el golpe. Aquellas dos que se cayeron simultáneamente, una delante y otra detrás, subiendo las escaleras del la estación de metro de Sol, a principios de este siglo. Mis entrañables viejas kamikaze, algunas las recuerdo, pero otras creo que las inventé yo mismo en mi memoria.

Dicen que si una anciana se cae corre el peligro de romperse la cadera, una lesión complicada a esas edades. No es eso lo que yo deseo, desde luego, solo verlas caer, y escucharlas emitir ese gritito y luego ver a señores genéricos, con pies y con brazos y con manos yendo a socorrerlas, escucharlas luego murmurar y maldecir, y amenazar con denunciar al ayuntamiento: esa baldosa estaba suelta.

¿Recuerdas cuando íbamos a misa de ocho? Al final, las ancianas, con su cabello morado pero nada punk, salían agarrando muy fuerte el bolso, temiendo a los mendigos que esperaban en la puerta. Alguna rebuscaba alguna moneda pequeña para alguno. Y luego se iban a la confitería a tomar pasteles y descafeinado. Yo sé que las ancianas tienen soluciones para la Humanidad. María Angustias, por ejemplo, sabe  lo que hay que hacer para frenar el cambio climático. Doña Remedios tiene la solución para salir en un plis de la crisis y cortar la sangría del paro. Alfonsina sabe como aprovechar los fines de semanas fuera de los bares. Ellas saben estas cosas pero no las dicen por el mero gusto de saber que lo saben y que no lo sabe nadie más. Que podrían cambiar el mundo, pero pasan. Por eso disimulan, y en vez de hablar de la emergencia China o de la solución energética global, hablan de la hija de Conchita, que está claro que es prostituta, y del hijo de la del quinto, que está claro que es drogadicto. Y luego mojan el croissant en el café, y lo remueven y lo muerden, y se quedan sumidas en sus pensamientos y piensan que jamás, jamás de los jamases, se van a caer al suelo."


Que paséis un buen día, os deseo un bonito recuerdo de una anciana cayendo. 

miércoles, 21 de marzo de 2012

Panem et circenses.

Algo me hace pensar que quién escribió esto tenía razón. Que no somos más que una pieza en el tablero de un desconocido, que baraja tus movimientos hasta llevarte a la casilla adecuada. Manipulación. Impotencia. Son tantas cosas difíciles de guardar. La realidad nunca estuvo de nuestra parte, hoy sólo importan las barrigas llenas y los buenos espectáculos para los que mueven las fichas. Me estremece pensar que puede que solo una pared de cemento los separe de la miseria, y que estén, estemos, tan ciegos. Quizá la pared no este sólo a unos centímetros. Quizá la pared ya esté dentro. Dentro de nosotros, fabricando una barrera inquebrantable entre nosotros y el mundo, nosotros y la realidad. Abandonando nuestro cuerpo vacío, y llevándonos tan lejos de nosotros mismos que ya no recordemos la diferencia entre la legalidad y lo que de verdad está bien. Te vas muriendo poco a poco. Las ojeras que nunca aparecen, ya que tu conciencia por ahora te deja dormir, restan minutos a tu vida, y la ignorancia vence poco o poco la batalla, mientras alguien se asegura de que no te des cuenta, de que nada se salga del plan. De que cualquier mínimo intento acabe en fracaso y frustración, y no haya otra salida que la de rendirse. Rendirse a la sumisión de unos pensamientos que no son los nuestros, pero son los únicos que nos han enseñado a pensar. Y esto te quita la vida, poco a poco. Te la va robando sin que te des cuenta. Te quita todo lo que eres y podrías ser.


13 de diciembre de 1942.

"Nuestros pensamientos varían tan poco como nosotros mismos. Pasan de los judíos a la comida y de la comida a la política, como en un tiovivo. Entre paréntesis, hablando de judíos: ayer, mirando por entre las cortinas, y como si se tratara de una de las maravillas del mundo, vi pasar a dos judíos. Fue una sensación tan extraña... como si los hubiera traicionado y estuviera espiando su desgracia."




                                                                                    Ana Frank.

miércoles, 14 de marzo de 2012

A veces se me olvida.

Es ridículo como nos acostumbramos a acostumbrarnos. Como odiamos la rutina, y sin embargo, tememos lo desconocido. Y hacemos nidos haya donde podemos, ensimismados siempre en un "qué llegaremos a ser algún día" y soñando despiertos qué haríamos si sería el último día de nuestras vidas. Quizá lo sea. Y nadie se ha parado a pensar, puede que ese sea el problema, en lo que somos hoy. En lo que queremos ser ahora, en este mismo momento; no dentro de un millón de años y cuando las hojas se caigan en otoño, en lo que queremos ser ahora, en la joven primavera, porque cuando llegue el otoño la primavera ya no existirá en la memoria de nadie, ni en el presente. Muchos se sorprenderán a sí mismos pensando en como va a conseguir pagar su vecino su nuevo coche. Puede que un día mueran pensando en ello. ¿Quién quiere que ese sea su último pensamiento? Pensándolo bien, ¿a quién le importa su último pensamiento? No pasará a la historia (en ese caso, todos lo olvidarán), y espero no poder recordarlo. No quisiera morirme y recordar que he olvidado un pañuelo en el bolsillo derecho de mi pantalón, que he perdido las llaves, que he dejado la cama sin hacer.

domingo, 11 de marzo de 2012

Dolían las noches y quemaba el ron.

Estaban sentados en la proa. Brillaban las estrellas y la luna hacía tiempo que se escondía tras una nube. La atmosfera se teñía de tensión. Ninguno de los dos conocía cual había sido el pasado de la persona que se hayaba a su lado, y la desconfianza era tal que uno de ellos pensó en las garantías de éxito existentes ante la posibilidad de arrojar a su compañero al agua fanganosa que los mantenía a flote. Por suerte, los dos guardaban algo de sentido común en sus cabezas, mezclado en miedos y un pasado lejano, que atravesaba el tiempo a la velocidad de la luz cada noche, recordándoles que no eran sino ponzoña de la sociedad, y que se merecían estar allí, perdidos donde nadie pudiera encontrarlos.

 -¿Y tú, qué hiciste?
-Estoy aquí por propia voluntad.
-¡Oh, vamos! ¿Quién desearía tal rudo destino? ¿Esque pretendes pasar aquí unas vacaciones?
-Son motivos personales- apartó la mirada, y quiso encontrar a la luna y que los recuerdos no viajaran tan rápido como la luz. Bebió de su botella, quizá ayudaría en algo, aunque sabe que no se les permite ningún tipo de bebida alcohólica en aquel inhóspito lugar. Hasta los piratas tenían más derechos que ellos.
-Algo debíste de hacer. Nadie entraría aquí por propia voluntad, es de locos. Sé que quieres olvidar algo. Nadie abraza de esa manera una botella de ron si no quiere olvidar algo. Vamos, dímelo.
El bebedor baja la mirada y empieza a pensar que esa noche no saldrá la luna. Piensa que el hombre que está a su lado está en lo cierto, y si que tiene algo de loco.
-¿Esque tienes miedo? ¿Eres lo suficientemente valiente como para condenarte a vagar por el resto de los tiempos entre lodo y agua pantanosa, y no como para reconocer tus errores? Puede que sí. Por eso estás aquí, ¿no?
-¿Quieres dejar de hacer preguntas? Ya te he dicho que yo elegí venir aquí.
-No te creo. ¿Es por amor, te han roto el corazón? ¿Buscas a alguien? No. El amor no te puede llevar hasta los confines del mundo ni hacerte tan valiente. Sólo hay una única razón que es capaz de hacerlo. La culpabilidad.

El borracho abrazo todavía más fuerte su botella vacía y se tambaleo intentando alcanzar un poco de vino que había quedado de la noche anterior. Todo empieza a dar vueltas y las estrellas se transforman en círculos en el cielo, intenta recuperar el equilibrio y entonces algo lo empuja al borde de la proa. Una sacudida de las aguas hace que caiga del barco. Se hunde en el agua aún agarrado a la botella tan vacía de ron y tan llena de remordimientos, tan rápido como se hundió el titanic, igual de triste. Consigue ver las constelaciones una última vez. La luna ha salido. Está llena.

El autodesprecio es el comienzo de la sumisión.

La dama de los cuervos.

La última vez que la vi iba vestida de negro. La perseguían cientos de cuervos, recordándole la marcha fúnebre y el olor a muerte que desde entonces se había confundido con su perfume, una mezcla de anhelo y miradas perdidas.Parecía sofocada, como si algo o alguien la estuviera rondando desde la oscuridad. Más tarde, quizá demasiado, me dí cuenta de que la única presencia que la perseguía eran los recuerdos, los devastadores y horribles recuerdos que se quedan con ella, y que son lo último que le quedan de él.
Se fundió entre el pasado y la soledad, quizá penso que podría vivir sustentándose de su memoria, recreando momentos que querían llegar y nunca pasaron en la realidad. Repetía una y otra vez en su mente todas aquellas palabras que había soñado que un día diría, si la valentía o el alcohol se lo permitían.
La última vez que la vi, dejó una rosa negra debajo de aquella lápida mugrienta que no parecía recién hecha. La vi ocultarse entre la maleza de un bosque en ruinas, vagabundeando como un alma en pena. Parecía haberse negado a la vida, y rasgó todo su pecho, que se rompió en mil pedazos, y de él salieron cientos de cuervos negros.

domingo, 4 de marzo de 2012

Aves no voladoras.

Solo me gusta la primera parte de la canción. Es algo inevitable, corren las primeras notas y tengo la necesidad de ponerla de nuevo. No soporto los finales. Llamémoslo miedo. Llamémoslo como queramos llamarlo, no será diferente si lo cambiamos de rostro. Algunos quedan mejor que otros, pero todos ocultan lo mismo. Y a veces son mejores las palabras que dicen lo que quieren decir, sin rodeos. Sin buscar nada en concreto. Como ahora. O las que lo dicen pero sin decirlo. Basta de tonterías. La vida es lo suficientemente efímera como para teclear tantas verdades juntas(o mentiras; pensándolo bien, sería mejor llamarlo incoherencias) Los clasicistas me entenderían. Pero hace tiempo ya del clasicismo. Podría estar haciendo cualquier cosa útil para la humanidad, sin embargo, las letras son el mejor consuelo. Ni siquiera sé sobre lo qué estoy hablando, podríamos interpretarlo de tantas formas... De todo y de nada, de todos y de nadie. Pero tampoco hay tiempo para eso. ¿Hay tiempo para algo, en realidad? Yo creo que si. Pero es un pensamiento demasiado anticuado, ¿no? Yo qué se. Era más fácil cuando todo tenía un único significado. Qué más da. ¿Sirven para algo unas alas que no pueden volar? ¿Pueden volar unas alas que no sirven para ello? No importa. Esto  no le cambiará la vida a nadie. Ni siquiera a mi. 






O puede que sí.

sábado, 3 de marzo de 2012

Sean ustedes bienvenidos.

Le sugerimos que venga vestido/a de acuerdo a su salario. Si le vemos calzando unos Martinelli o con un bolso Gucci, asumiremos que su situación económica es boyante, y por lo tanto no necesita un aumento de sueldo.
Si viste miserablemente, entenderemos que usted necesita aprender a administrarse mejor, para que así pueda comprar ropa de mejor calidad, y por lo tanto usted no necesita un aumento de salario.
Si viste usted en un término medio, quiere decir que usted está exactamente donde tiene que estar, y por lo tanto no necesita un aumento en su nómina. [...]
En cuanto a ausencias, la única válida es por propia defunción. Sin embargo, le requerimos por lo menos dos semanas de pre-aviso ya que es su responsabilidad entrenar a su sustituto o sustituta. [...]
Además, tendrán un límite de tres minutos en los aseos. Al final de los tres minutos, sonará una alarma, el rollo de papel se retractará, la puerta del inodoro se abrirá y se le tomará una foto como prueba de la infracción. Después de dos infracciones su foto se colocará en el tablón de anuncios bajo la categoría “Infractores Crónicos“. [...]
Las personas delgadas tendrán 30 minutos para comer, ya que necesitan comer bastante para poder lucir sanos. Las personas de tamaño normal tendrá 15 minutos para la comida, como garantía de un almuerzo sano y equilibrado y así mantener la línea. A los menos delgados/as se les dará 5 minutos ya que éste tiempo es más que suficiente para tomarse una galleta de “Biomanán” y una pastilla quema-grasas.


(http://jonkepa.wordpress.com/2012/03/02/convenio-laboral-2-012/#more-27095)

En los corazones de dos que supieron plantarle cara al tiempo.

Dime si todo esto no es un asqueroso encuentro del destino. Que cuando se acabe el verano, y el sol se ponga detrás de las montañas, me llamarás para darme las buenas noches y soñaremos juntos, uno en cada lado del planeta. Y que no habrás servido únicamente para desatar un relámpago de oscuridad. Prométeme que las hojas no se caerán al llegar el otoño, que la nieve no cubrirá mi paraguas, y luego que se esconderán las flores de la primavera; y que después de todo eso no me llamarás una noche y me contarás cómo dos estúpidos se enamoraron un verano, como se olvidaron un otoño. No permitas que todo eso pase y que los kilómetros duelan, que nuestros corazones latan cerca y que no lo sepamos. Que llegue tarde una carta inocente. Quedémonos siempre aqui y detengamos el tiempo. Que no se caigan las hojas al llegar el otoño, que la nieve no cubra mi paraguas, que se escondan las flores de la primavera, que no me llames para contarme la historia de dos que se olvidaron, quedémonos siempre aquí. Que las horas se caigan de miedo,y besémonos, porque el verano no se ha ido.
El verano sigue aquí. En nuestros corazones.