jueves, 31 de mayo de 2012

En una época de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario.

Y todo lo que nos gusta ser víctimas de tragedias incurables. Como nos gusta que nos duelan las heridas y  que se vea a simple vista la cicatriz. Como nos gusta hurgar en la herida y hacernos daño. Como lo necesitamos, como vivimos de ello. Víctimas del victimismo. Pero la autocompasión solo lleva a un lugar: la autodestrucción.



Revolucionémonos. ¿Por qué no?

sábado, 26 de mayo de 2012

Sonrisas que reviven muertos.


Creernos todo lo que somos y ser todo lo que nunca creímos. Vivir para sonreír y sonreír para vivir. Que la vida nos llame y que caerse duela para que cuando nos levantemos alzemos el vuelo bien alto, y que las huellas se hagan pequeñas para que sigamos nuestro propio camino. Los días de lluvia, salir y mojarnos las alas hasta perder la noción del vuelo; para que los días de sol se nos sequen y poder mirarnos allí desde tan arriba, en el cielo, donde lo importante es invisible y lo visible poco importa. Chupar del néctar de lo eterno sin perderse en lo efímero, y alcanzar el equilibrio de lo intacto. Ser un gusano para luego lucir alas de inconformismo. Y volar lejos, allí donde se puede tocar el cielo de seis maneras diferentes, y rozar la posibilidad de lo improbable con tus propios dedos.


Aún y todo, no es fácil ser una mariposa.

Objetos amados y personas usadas.

Así es como nos destruímos unos a otros.

Sueñas como una princesa y gritas como una puta.

Adelante, despiértate en tu palacio de cristal y que los diamantes envuelvan tu piel como lo hicieron ellos un día. No temas, preciosa, que la vida es corta, tú folla, fuma y bebe, y las tres cosas a la vez si te da tiempo. Te puedo asegurar la brevedad de tu libertad si sigues tu lema igual de bien que te mientes. Y cuando caiga la noche, cuéntale tus penas a la botella, porque la verdad es un tren que llega rápido, y a su paso, arrasa con todo lo que es fácil llevarse. Así que hazte fuerte y que la suerte esté de tu lado cuando no te quede a nadie más.

jueves, 24 de mayo de 2012

Irene tras el espejo.

Irene era como un pez que nadaba a contracorriente. De cómo la conocí no lo recuerdo. Dicen que algunas cosas es mejor no saberlas; pues bien, quizá ésta sea una de ellas. En el mundo de Irene, ninguna decisión sobre su futuro podía ser tomada por ella misma, lo que haría o lo que llegaría a ser algún día dependía totalmente de otras personas, de lo que habían querido que fuese ella, y lo que habían elegido para su futuro. ¿Quién quiere vivir si la vida se reduce a un sin fín de pasos que tienes que seguir y que ya han sido escritos para que tú los cumplas?
Irene sentía como se iba transformando poco a poco en una "muerta viviente", de las que no sentían amor puro en un mundo artificial, sentía como le iban extrayendo la libertad. Y en ese extraño lugar, la libertad puede ser arrebatada de muchas formas diferentes. Hay tantas maneras de matar en silencio...
No vamos a comparar la carga que supone arrebatar la vida a una persona con la de robarle la libertad (aunque en algunas ocasiones el hurto de la libertad puede ser la peor opción entre las dos, o incluso ambas opciones pueden llegar a ser equitativas), pero si que son comparables desde el punto de vista de Irene: cuando careces de libertad, ya sea porque alguien o algo ha decidido las consecuencias de tu existencia, algo en tí muere, una parte tuya, quizá desconocida si no te la han robado ya, se desvanece. Dejar morir algo dentro de tí es como dejarte desaparecer. Y es por eso por lo que Irene se solía reflejar en mi espejo, sólo lo hacía en sus momentos de mayor debilidad y decadencia, era en aquellos momentos en los que se sentía desaparecer cuando se aparecía en el reflejo, prisionera de un alma vacía o todavía en proceso de destrucción. Irene era esclava de algo mucho más grande que ella, y encontraba refugio en aquel mundo paralelo que se había construído en mi habitación. Su presencia me causaba escalofríos, pero un día, tras muchas suplicas, decidí hospedarla.
Hablábamos siempre en las noches de tormenta ya que sus sollozos no me dejaban nunca dormir. Tras noches y noches de eterna tertulia, descubrí algo, que por alguna extraña razón, nunca llegué a compartir con ella. Si pasábamos juntas una noche, a la siguiente ella adquiría un aspecto más parecido al mío, como si fuese un camaleón intentando adaptarse a mi realidad. Mi verdadera preocupación no creció hasta que un día, como por arte de magia, alargó su mano hacia mí e intentó arrastrarme al interior del espejo, succionando desesperadamente todo lo que podía.

A partir de entonces, y muy a mi pesar, no conseguí reordenar los hechos, y dudo saber con certeza qué es lo que ocurrió esa noche. Una leve sospecha me lleva a pensar que Irene era envidia, era celos y traición, oscuridad y maldad,  después de todo, a ella sólo le enseñaron a elegir, y quizá eligiera mi mundo, quizá me eligiera a mi. Pero todo es tan confuso ahora... al fin y al cabo, nuestra realidad no se diferenciaba tanto, y ya no sé si estoy loca, si las noches enteras sin dormir fueron producto de mi imaginación o si de verdad ahora soy yo la que vive tras el espejo.

Una cosa es cierta, no se debe hablar nunca con extraños, y menos si insisten en habitar tu espejo... Incluso en las noches de tormenta.

lunes, 21 de mayo de 2012

Peligro de extinción.

Se dejó caer sobre el césped descuidado, que a sus ojos debió de ser un prado de margaritas, y arrancó una de las malas hierbas que predominaban a su alrededor. No tardó en llegarle el turno a otra de ellas que se hallaba en muy desafortunada posición.

Lo contemplé detenidamente. En ese momento, me sentí de igual manera a como se sentiría un científico inspeccionando el último espécimen de Brassica oleracea (o coliflor común, para el resto de los mortales) existente sobre la faz de la tierra; sabiendo que sus ojos bien podrían ser los últimos en contemplar aquel curioso vegetal.

Entonces, el espécimen, pronunció unas palabras casi mudas que logré interpretar como "me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere..." mientras despedazaba una de las malas hierbas que antes había arrebatado a su imaginario césped de margaritas (quién sabe si estaría en condiciones normales para distinguirlo de un césped muerto).
 Al escuchar estas palabras lo supe.


Supe que tenía frente a mí una especie en peligro de extinción: el hombre enamorado.

sábado, 19 de mayo de 2012

Caladas de humo.

Hice girar mi vieja cajita de música, que siempre sabía como y de qué manera sonar si yo la llamaba. Siempre era la misma melodía, las mismas notas repitiéndose una y otra vez al mismo ritmo, y el eco de su música resonaba en el interior de la caja de la misma manera que lo había hecho anteriormente en repetidas ocasiones. Pero esa vez tuvo algo que las demás veces no tenía, o yo no había querido escuchar, porque normalmente se tiende a ocultar los detalles más significativos que podrían darnos una nueva visión sobre nosotros mismos, y a la cual tememos. Las astillas acariciaban con suavidad las sobreelevaciones de metal en la cajita, mientras yo movía la palanca en círculos, que se elevaban en el aire como si fueran caladas de humo. Al mismo tiempo, fuera, llovía y los relámpagos de una tormenta que desataba ira y desconsuelo iluminaban la calle queriendo ser el flash de una fotografía tomada en aquel mísero instante. Mi cajita de música seguía sonando pero el efecto que solía causar no era el de siempre. Mi corazón no imitaba el ritmo de la melodía y mis latidos no eran el eco que yo pretendía que fuesen. Esto provocó un silencio que jamás antes había escuchado, era el silencio de mis pensamientos. Para cuando me dí cuenta, la ausencia había barrido todas mis entrañas y no quedaba nada mío dentro de mi. Entonces supe que era inútil intentar sacar algo que no se lleva dentro.

Y todavía más si no se sabe lo que se lleva.

miércoles, 16 de mayo de 2012

¿Medio vacía o medio llena?


Por lo menos hay botella.

Los niños perdidos.

Todo el mundo, o casi todos, especialmente las personas mayores, luchan por avivar su niñez. "Sacar el niño que se lleva dentro" siempre es una salida para los que consideran la resaca como una fiebre tardía de la decadencia, o incluso para quienes cuentan las horas, los minutos y los segundos, el dinero, los gastos, los billetes y el amor. Para quienes le ponen un número a todo, en definición. O quizá me esté equivocando y sean otra clase de adultos los que busquen su niñez perdida. En realidad, sólo estoy dando tumbos alrededor de los conceptos. Eso es lo que menos importa ahora.

Todo el mundo, menos los niños, quiere volver a reír despreocupado, poder oler el pastel de moras de mamá desde el jardín, correr sin importar a dónde, volver a casa, quitarse el barro de los zapatos, y llenarse la cara de acuarelas y de pintura de manos. Porque la mejor solución a todos los problemas siempre fue dibujarnos paisajes en los pómulos y mezclar los colores en nuestra piel. Y después, esperar la hora de la merienda como si no existiese nada más después de tal acontecimiento. Pero este mundo queda muy por encima del alcance de los que ponen cifras a todo. Por la simple y única razón de que contarían cada mancha de temperas, pondrían un precio a los ingredientes del pastel, pensarían en todo lo que costará el arreglo de los zapatos, o en si quizá sería más rentable comprar unos nuevos. Pero los niños no saben contar. Los niños saben reír.

Pero existe algo más allá de ser un niño. Al fin y al cabo, acabamos cambiando nuestros chupetes por el vodka y haciendo pactos con el diablo. Tarde o temprano querremos volver a esa tierna etapa pero algunas cosas son ya irreversibles, no hay vuelta atrás. Y si la hubiera, ¿retrocederías?

Nos hablan siempre de la contaminación atmosférica. Algo se está quemando.


Tu alma.

domingo, 13 de mayo de 2012

Tic-tac.




















El tiempo pasa destructor como el que más, y la música de nuestros latidos se apaga tan bruscamente como la de un despertador que interrumpe sueños inacabados. Y mientras, nos sentamos para matar el tiempo o para que él nos mate a nosotros, preguntándonos si estamos hechos para algo o si algo está hecho para nosotros. Pero este mundo no lo hicieron a nuestra medida, porque se me han quedado pequeños los pantalones y grandes los días. Porque los vicios han tomado vida propia y no sabemos cómo controlarlos y porque en medio de todo este descontrol y pelos alborotados ni estoy yo ni el sentido, que anda suelto por ahí dedicado a la captura de quien le haga caso. Y faltaba más, los superhéroes se han quedado en casa porque con los tiempos que corren no les llega para coserse la capa, y menos para la medicina que calle todos esos intentos de gritos de auxilio.


Que se salve quién pueda.

El tercer silencio.

Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía renaba el silencio, un silencio triple.
El silencio más obvio era una clama hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, este habría suspirado entre las ramas, habría hecho chirriar el letrero de la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas en otoño. Si hubiera habido gente en la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas en otroño. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de clientes, ellos habrían llenado el silencio con su conversación y sus risas, y con el barullo y el tintineo propios de una taberna a altas horas de la noche. Si hubiera habido música... pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.

En la posada Roca de Guía, un par de hombres, apiñados en un extremo de la barra, bebían con tranquila determinación, evitando las discusiones serias sobre noticias perturbadoras. Su presencia añadía otro silencio, pequeño y sombrío , al otro silencio, hueco y mayor. Era una especia de aleación, un contrapunto.

El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en el suelo de madera y en los bastos y astillados barriles que había detrás de la barra. Estaba en el peso de la chimenea de piedra negra, que consevaba el calor de un fuego que ya llevaba mucho rato apagado. Estaba en el lento ir y venir de un trapo de hilo blanco que frotaba el veteado de la barra. Y estaba en las manos del hombre allí de pie, sacándole brillo a una superficie de caoba que ya brillaba bajo la luz de la lámpara.

El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.
La posada Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el sinlencio de un hombre que esperaba la muerte.

                                                                                                     El nombre del viento- Patrick Rothfuss.




jueves, 10 de mayo de 2012

Neumáticos gastados.

Cuando ya no sonríes sin motivos, entreabres un ojo y ya no sueñas despierto, cuando nos conviertes en esto, en ceniza entre tus manos, que se humedece y se vuelve de color negro sucio. Y sobre cada mañana, cuando amanece y nos despertamos siendo seres nocturnos, y la luz entra a través de las persianas dibujando las lineas de carreteras lejanas en nuestras paredes, que nos entran en el alma, y nos hacen daño a los ojos. Las sábanas revueltas y el amor perdido y olvidado entre ellas, como un juguete retirado al baúl de donde no se vuelve. Los mordiscos de la noche anterior y los platos de la cena en el fregadero. El desorden en nuestras vidas, los pensamientos ocultos debajo de la almohada y un te quiero escondido debajo de la cama, junto con los botones rotos de una camisa y el polvo bañando las esquinas. Unas velas apagadas en la mesilla de noche y el humo que tirita haciendo ilusiones fotográficas de momentos capturados. Es entonces, cuando se nos amontona la vida entre los cajones, cuando nos molesta la luz del día y nos alimentamos chupándonos la sangre.














Es entonces cuando tengo miedo.

Liebres y tortugas.

Juguemos. Yo seré la tortuga.

martes, 8 de mayo de 2012

Regálame palabras,regálame sonrisas.

Entonces, ¿qué fue antes?

La más traidora de todas siempre fue la memoria. Llama a mi puerta con tardes olor a libros desgastados de color amarillo, entre las paredes de una biblioteca vieja y un bibliotecario soñoliento. En los estantes cientos de libros que echan de menos miradas curiosas, chicas acariciando sus páginas, desprevenidos oliéndolas como si fueran el aviso proveniente de una tormenta interminable de verano, rosas fingiendo ser marca-páginas y letras desperdigadas en las frías baldosas. Y luego, detrás de las rosas, las baldosas, los curiosos y las páginas, estás tú, y a pesar de la convincente habilidad de la memoria, consigo reconocerte por esos destellos que salpican tu cara, como migas olvidadas que han caído sobre tus mejillas a propósito, para hacerme más débil y más tuya. Consigo leer en tus labios el deseo de comernos todas las palabras y los libros del firmamento, empezar por cualquiera, para acabar por ti. Leerte cuando sonríes, leerte cuando me miras y parece pararse el tiempo. Acabar por tu sonrisa porque ya empecé por tus ojos. Y después de leerte, encontrar todas las respuestas.


Yo lo sé. Primero fueron las palabras y luego fuiste tú, para darles sentido.

Amor mojado.

Que no hay nada como cerrar los ojos y dejar que el agua de lluvia y su sonido penetren en ti,  limitando tu existencia a desenfrenadas gotas de agua peleándose en el suelo, mientras que la lluvia utiliza su victoria, porque al fin y al cabo, nadie escapa de ella. 

Llueve sobre mí, llueve sobre tí.

domingo, 6 de mayo de 2012

Apaguemos las estrellas.

La sorprendí en pleno ritual arrítmico de piruetas y saltos. Girando sobre sí misma y dando mil vueltas a su alrededor, las luces, danzando delante suya las dudas y la soledad. Y ella giraba y giraba, y hacía que todo cuanto estaba a su lado se distorsionara y pareciera más pequeño, menos temerario. Cuanto más insignificante se sentía, más giraba. Vueltas y vueltas de libertad. Intentando llegar a los pies aun ni siquiera habiéndose encontrado la cabeza. Me asombró el dominio que parecía ejercer sobre el suelo y las sombras. Cada tres vueltas cortas, una larga. Cada una larga, tres cortas.Me tendió la mano y dimos vueltas juntos. Se nos emborronó el destino y cuando la música se cayó y dejó correr nuestros pensamientos, que habían aflorado con el mismo silencio, caímos al suelo exhaustos y borrachos de sentimientos. Y con ella la vida era eso, sentía que si no agarraba su mano y no le susurraba al oído todo lo que ella quería oír y él decir, daría lo mismo coserse los labios. Porque solo los quería para ella, para besarla y para adorarla, para interrumpir su danza y para encontrarle la cabeza y el sentido que yacía pisoteado por el suelo.

sábado, 5 de mayo de 2012

No somos los dueños.

La realidad es que nunca sabemos qué es lo que buscamos. Nunca llegaremos a esas metas tan lejanas que parecen estar allí a propósito, porque no existen, porque estamos tan perdidos que no tenemos ni idea de a dónde queremos llegar. Y somos tan inconformistas. Todo nos sabe a tan poco... Y por eso evitamos lo que nos hace pensar, por eso está de moda aparentar y no mostrar, por el miedo a ver lo que tenemos de verdad, a mirarnos por dentro y descubrir que somos lo que siempre hemos odiado ser. Y nos duele ver como se nos aleja la vida y nos mira a distancia, saludando y susurrando por lo bajo que somos los perdedores de esta guerra.

Porque en realidad nos tenemos miedo a nosotros mismos.

viernes, 4 de mayo de 2012

Vamos, vuela conmigo.














Todo se iba volviendo lentamente azul y frío,
los pies de plomo tan frios y las grietas
pequeños trozos de pequeños soldados
pequeños ángeles en los dedos
un dios desnudo y humano abriendo la boca
pidiendo más,
masticar la piel de un loco
y quedarse a dormir
con el alma escondida en algún puerto.


Las hojas de las navajas brillan en el interior de los cajones,
siempre por si acaso,
piernas muy blancas atraviesan inviernos llenos de trenes,
una niña que tiembla y las voces que huyen.


 (Isabel García Mellado)