domingo, 30 de diciembre de 2012

Todo acaba menos lo que nunca empieza.



Crear, destruir. Lo que ya existe nos limita. Nos ata a una realidad que no nos deja improvisar. Tú. Yo. Somos más nosotros ahora. Se nos da mejor inventarnos historias que vivirlas. Somos mejores en esa clase de mentiras, mentiras que nos gusta creernos y que nos fumamos por educación. 
Acabamos viviendo de ellas. Como siempre. Somos jóvenes joder, irracionales, ya te querrás dar cuenta.

Nos queremos porque tenemos un millón de frases preciosas que necesitamos decir a alguien. Y esas frases encajan perfectamente con los momentos que creamos. Somos lo que siempre habíamos esperado. Pero no podemos planificarlo todo, esto no es el guión de una película. No puedes aprenderte de memoria todo lo que tiene que pasar hoy. Ahora, imagínate en diez años. Yo ya sé dónde estaremos, sé qué cenaremos, sé lo que nos diremos, sé a dónde viajaremos. Y no quiero saberlo. No quiero saber dónde voy a estar en diez años ni lo que estaré haciendo. Sí, encajamos perfectamente en el prototipo de la persona que queríamos que estuviese a nuestro lado. Pero quizá nos hayamos encontrado demasiado pronto... No quiero que nos queramos porque sabemos que no hay nadie así por ahí suelto. Alguien que te espere después de la tormenta. No quiero convertirme en ahorros, no quiero ser planes, no quiero nada de eso que me espera. Quiero ser un jodido interrogante. Nos conocemos tanto que damos por supuesto que siempre estaremos ahí, sabemos que estaremos juntos para siempre. Sólo nos queda por decidir el nombre de nuestros hijos y entonces, entonces ya lo sabremos todo. Ahora la vida es aburrida. La hemos aborrecido.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Es hora de irse.

Te has ido tan lejos que cuando caminas no se si vas o estás volviendo. ¿Cómo pudiste perder más de lo que tenías?. ¿En qué te convierte eso ahora? 
Ni siquiera la primera nevada del invierno podía contigo. Ahora eres tú la que viene a mi cama cuando te ataca el miedo, muñeca de porcelana, madre inventada.
Temo, y de verdad que temo, que mi respirar acabe contigo, como una ráfaga violenta de aire que sale, involuntariamente de mi, hacia ti, para destruirte. 

Sobre todo a que se te despegue la vida y encontrarte, un día de estos no muy lejanos, abandonada más de lo que ya estás en la estantería, polvorienta, envejecida, como un libro desencuadernado. A tener que guardarte como a una flor marchita entre mis páginas. A tener que leerte el final del libro.
Temo que ya no tengas nada más que decir y sobre todo, que se me olvide que un día dijiste algo.

¿Porque lo dijiste, verdad?



sábado, 15 de diciembre de 2012

Hola, soy yo otra vez. Te quiero.


Tu desnudez, completa e infinita, cómo duele cuando muere en mis recuerdos, para mí, para compartirla. Contigo. Esta vez no te escapes por la ventana.

Y eso que aún no te he visto sin ropa... Sin embargo no hay desnudez más mía, más tuya, más desnuda que la de tus ojos cuando me dejas reflejarme en ellos. ¿Me sientes dentro? Eres hermoso.


martes, 11 de diciembre de 2012

El amor propio es un veneno que engullimos casi tan rápido como esas uvas mustias que prometen a los depresivos y a los mediocres creer que la suerte es fruto de lo rápido que tragues basura en una noche.


Los mejores cerebros del país trabajan en las campañas de anuncios. Campañas navideñas con muñecos de peluche que se hacen caca encima y spots de invidentes que convierten fortuna en miseria con un solo chasquido son prueba de ello.


Pero pese a sus brillantes ideas todavía no han comprendido que el futuro está en los anuncios de preservativos. Podrían vender mucho más si en vez de una pareja atractiva pusieran un primer plano de Belen Esteban o de uno de los concursantes de Gandía Shore con un lema abajo que dijera:

"mañana, pueden ser tus hijos".


viernes, 7 de diciembre de 2012

No era suficiente, la eternidad nunca lo fue.

Arañas, tú animal,
con las uñas ennegrecidas
de carbón,
con tus dedos que escriben
muerte en mis muslos, carnívoros, sedientos,
y la convicción de que 
la luna caería una de estas medianoches
y se abriría de piernas ante tí,
con tus uñas ennegrecidas 
de carbón, de años, cansancio.

Mordías, más que la vida misma,
más que todas las medias verdades 
que pueden ahogarse en las lágrimas,
que la libertad enjaulada,
más incluso que el amor.



La navaja de Okham.

Cuando dos o más explicaciones se ofrecen para un fenómeno, la explicación completa más simple es preferible; es decir, no deben multiplicarse las entidades sin necesidad. Esto quiere decir que en ingualdad de condiciones, la explicación más simple tiende a ser la verdadera. Aunque no siempre, sólo es más probable que lo sea. 
Pero qué más da... acertar es cuestión de suerte, nunca sabremos cuál es la más simple. Ni siquiera sabemos si esto funciona. ¿Vas a jugártelo todo a la misma carta? Bueno, quién no arriesga no gana, dicen. Y si no ganas es como si ya hubieras perdido. 

En realidad, no tenemos ni idea de nada.

domingo, 2 de diciembre de 2012

El sol del invierno.

Nos tocamos, no es mucho y me sabe a poco. Pero sigue siendo suficiente. Suficiente para aferrarme con todas las extremidades que pueda y más a lo único que me queda vivo cuando todos se van. No te podrán descoser de mi alma y sin embargo eres libre de irte. Explícalo.

Todo el mundo se ha levantado alguna vez a por un vaso de agua en mitad de la noche, y ha atravesado sus pasillos en la oscuridad. La mayoría consigue su vaso de agua y vuelve a la cama, a oscuras, sin tropezarse con ningún mueble y sin necesidad de guiarse con las manos. Esto sucede porque todo el mundo conoce su casa. O eso creo. Pero contigo... contigo es diferente. Siempre acabo fiándome de más porque creo conocerte. Pero... ¡pum! cuando apago la luz tienes siempre preparada una guerra. Atacas cuando bajo la guardia y menos me lo espero, así, de repente, sin rodeos, más frío que el hielo que se derrite todos los días por allí arriba, en la otra punta del planeta sin que nos sintamos culpables. Somos así.


El invierno, tus labios nevados, tu corazón frío. Explícalo.