miércoles, 21 de noviembre de 2018
He besado
He besado. Lo confieso. Me he buscado en un beso. Te he buscado. He besado sedienta. He besado por primera vez y también por última. He vivido en un beso y a veces, me ha atrapado. Una despedida es capaz de inundarte por dentro, especialmente si sabes que lo es. He ardido. He besado mucho, rápido, fuerte, hiriente, dolorida; y otras veces suave, hipnótico, deslizante. He besado por frío y con locura. Incluso algunas veces, por error. He besado mil veces la misma boca y otras tan sólo una vez en la vida. He reído besando. He besado llorado. Cuando nací me besaron. Cuando me vaya... cuando me vaya besaré quemando.
sábado, 5 de mayo de 2018
Inventario: palabras de hace mucho
Simplemente confieso guardar pequeñas cosas: trozos de papeles viejos, entradas, alguna que otra carta con palabras que un día significaban más de lo que podíamos llegar a entender.
Son los restos de la memoria. Me quedé con la servilleta de la cafetería en la que hablamos aquella tarde. Me acuerdo de la foto de aquel día. Hablábamos de cosas que poco importan ya y que hemos olvidado. Me quedé también con el lápiz que me lleve sin querer una vez, un lápiz que tampoco había escrito nada importante y que perdí. Una sudadera vieja que ibas a tirar y a mi aún me valía las veces de pijama. Todo es prescindible. Sobre todo recuerdos, recuerdos de momentos que no significan nada, son como pequeñas postales de ningún lugar que nadie en su sano juicio compraría y que han acabado en un bar detrás de la colección de bebidas.
Tu cara abriéndome la puerta, tú volviendo de un viaje, tú cuando bebes café. Tengo retenidos mil momentos que no importan. Podrían encajar en cualquier persona. Sé como te atas los zapatos, la cara que pones cuando algo te importa pero finges tomártelo a broma; sé que te dormirás hoy de camino a cualquier parte. Que te quejarás porque estás cansado, que algún sábado noche te quedarás viendo películas en casa. Y estarás contento. Son pequeños momentos de una vida normal que sin querer he recopilado. Sé cuánto calentarás tu vaso de leche, y que cada cierto tiempo comerás un bocadillo de queso con membrillo. Soy capaz de reconocer cualquier sombra que se mueva de una manera parecida a la que tu lo hacías.
Además de eso, que son mercenarios del pasado que simplemente prueban que algo existió, como pequeños ticks de una memoria que se equivoca; voy creando nuevos recuerdos. Me recuerdo a mí recordándote. Mirando un escaparate y tratando de adivinar qué elegirías tú si estuvieras aquí. Tratando de saber qué pensarías que elegiría yo. Sabiendo que te equivocarías y que yo te diría que para nada me conoces.
Tengo muchas cosas pero ninguna me lleva a ti y ninguna te trae de nuevo. Somos como dos continentes que se han separado y han olvidado sus pertenencias al otro lado del océano. Pero nadie vuelve por una postal vieja.
Son los restos de la memoria. Me quedé con la servilleta de la cafetería en la que hablamos aquella tarde. Me acuerdo de la foto de aquel día. Hablábamos de cosas que poco importan ya y que hemos olvidado. Me quedé también con el lápiz que me lleve sin querer una vez, un lápiz que tampoco había escrito nada importante y que perdí. Una sudadera vieja que ibas a tirar y a mi aún me valía las veces de pijama. Todo es prescindible. Sobre todo recuerdos, recuerdos de momentos que no significan nada, son como pequeñas postales de ningún lugar que nadie en su sano juicio compraría y que han acabado en un bar detrás de la colección de bebidas.
Tu cara abriéndome la puerta, tú volviendo de un viaje, tú cuando bebes café. Tengo retenidos mil momentos que no importan. Podrían encajar en cualquier persona. Sé como te atas los zapatos, la cara que pones cuando algo te importa pero finges tomártelo a broma; sé que te dormirás hoy de camino a cualquier parte. Que te quejarás porque estás cansado, que algún sábado noche te quedarás viendo películas en casa. Y estarás contento. Son pequeños momentos de una vida normal que sin querer he recopilado. Sé cuánto calentarás tu vaso de leche, y que cada cierto tiempo comerás un bocadillo de queso con membrillo. Soy capaz de reconocer cualquier sombra que se mueva de una manera parecida a la que tu lo hacías.
Además de eso, que son mercenarios del pasado que simplemente prueban que algo existió, como pequeños ticks de una memoria que se equivoca; voy creando nuevos recuerdos. Me recuerdo a mí recordándote. Mirando un escaparate y tratando de adivinar qué elegirías tú si estuvieras aquí. Tratando de saber qué pensarías que elegiría yo. Sabiendo que te equivocarías y que yo te diría que para nada me conoces.
Tengo muchas cosas pero ninguna me lleva a ti y ninguna te trae de nuevo. Somos como dos continentes que se han separado y han olvidado sus pertenencias al otro lado del océano. Pero nadie vuelve por una postal vieja.
lunes, 23 de abril de 2018
Ojalá pudiese vivir constantemente en un alivio y no entre líneas
Dicen que la vida es eso que sucede entre una taza de café y un buen libro. La vida está contenida siempre "entre" sucesos. Dos muros que la retienen. Volcada en un recipiente temporal. Y de repente revienta, explosiona, y llueve. Llueve mucho. Porque casi todo se explica por cantidades, acúmulos, agrupaciones de cosas que exceden sus capacidades y entonces reaccionan. Hace mucho que no existe la linealidad.
martes, 14 de noviembre de 2017
Carta a un viejo amigo
Nunca pregunté sobre el frío, sobre el invierno. Sobre el color al que se tornarían tus mejillas cuando llegara. Hubo muchas preguntas que no hice. Que no me hice. Sin embargo, cuando llegó supe qué hacer.
Pero cuando se fue, amigo mío, cuando estuve a salvo de toda amenaza y fuera de todo peligro; ahí es donde mi mente emborronada por la inminente necesidad de supervivencia consiguió esclarecerse para agarrarse a lo último que recuerda. Como si todo el sufrimiento hubiera enmascarado este último año; como si me hubiera borrado, anestesiado. Para regresar al punto donde dejó esta historia por la mitad. A medio camino hacia la infinitud, la cual lleva intrínsecamente al fin. Con las manos vacías pero abiertas. Así es como vivo y como te espero. Sin querer que regreses.
Pero cuando se fue, amigo mío, cuando estuve a salvo de toda amenaza y fuera de todo peligro; ahí es donde mi mente emborronada por la inminente necesidad de supervivencia consiguió esclarecerse para agarrarse a lo último que recuerda. Como si todo el sufrimiento hubiera enmascarado este último año; como si me hubiera borrado, anestesiado. Para regresar al punto donde dejó esta historia por la mitad. A medio camino hacia la infinitud, la cual lleva intrínsecamente al fin. Con las manos vacías pero abiertas. Así es como vivo y como te espero. Sin querer que regreses.
miércoles, 8 de noviembre de 2017
Antes de tiempo
Por un momento pensé que se movían, para nosotros, los límites del atardecer. Pensé que la despedida sería más duradera, que harían más largo el otoño. Para que pudiéramos pensar en lo que realmente nos viene por delante. Los límites que nos definen son a la vez los que nos muestran. Lo que antes nos aterraba ahora es recibido con cada parte de nuestro ser, como un murmullo que desde hace tiempo nos susurra a las espaldas. Anticipado. Inesperado. Igual que la vida, igual que nosotros.
sábado, 23 de septiembre de 2017
Sí, quiero.
No te imaginas cuán necesaria es la tormenta.
Qué necesario es a veces romper con todo.
Los cambios deben ser bruscos- yo los prefiero así. Deben doler, porque el dolor siempre avisa. No quiero heridas en silencio, no quiero mirar atrás y de repente encontrar que todo es diferente sin que me haya dado cuenta.
Quiero vivir el cambio. Ser consciente. Quiero estar dentro del huracán cuando venga. Sentir el frío cuando me adentre en la tormenta.
No quiero puentes, no quiero saltarme las casillas. No quiero hacer trampas en este juego de la vida.
No quiero que sea lo que tenga que ser. Quiero serlo yo. Quiero ser auténtica.
No quiero que las cosas cambien. Quiero cambiar con ellas. Quiero ser quién las haga cambiar, quiero ser causa.
Yo quiero elegir.
No quiero que la vida me acontezca. Quiero acontecerla yo a ella.
Los cambios deben ser bruscos- yo los prefiero así. Deben doler, porque el dolor siempre avisa. No quiero heridas en silencio, no quiero mirar atrás y de repente encontrar que todo es diferente sin que me haya dado cuenta.
Quiero vivir el cambio. Ser consciente. Quiero estar dentro del huracán cuando venga. Sentir el frío cuando me adentre en la tormenta.
No quiero puentes, no quiero saltarme las casillas. No quiero hacer trampas en este juego de la vida.
No quiero que sea lo que tenga que ser. Quiero serlo yo. Quiero ser auténtica.
No quiero que las cosas cambien. Quiero cambiar con ellas. Quiero ser quién las haga cambiar, quiero ser causa.
Yo quiero elegir.
No quiero que la vida me acontezca. Quiero acontecerla yo a ella.
martes, 12 de septiembre de 2017
Lo que rompe el viento merece olvidarse
Ya no está, tu risa. Rompecabezas en esta noche tan sumisa. Ni los de antes son los de siempre ni tú la misma. Inconformista. Te llevan las prisas, único testamento de que ésta es tu única vida. Insomnio. Escritura, magia, que te acompaña a la cama. Ni tú, ni él, ni su sonrisa. Ni siquiera la brisa.
Como el ciego que ve para ignorar lo que prefiere no saber. ¿A dónde lleva la inercia? Pasar por la vida sin pisarla, lluvia en tus hombros. Y tú sin notarla, absorta en otros lugares que ya poco importan. Vacíos con los que llenamos vacíos. Desembocadura de estas palabras que te llevan a donde ya estuviste. ¿Quién dijo que perder era difícil?
Como el ciego que ve para ignorar lo que prefiere no saber. ¿A dónde lleva la inercia? Pasar por la vida sin pisarla, lluvia en tus hombros. Y tú sin notarla, absorta en otros lugares que ya poco importan. Vacíos con los que llenamos vacíos. Desembocadura de estas palabras que te llevan a donde ya estuviste. ¿Quién dijo que perder era difícil?
sábado, 13 de mayo de 2017
viernes, 12 de mayo de 2017
A tu manera, ya sabrás cómo.
La vida es así. Una oportunidad con la puerta cerrada.
Es el destino al que nunca llegaron las palabras que esperaban.
Lidiar entre lo que sabemos
y lo que ignoramos.
Jugar nuestras cartas, intentar ganar la partida.
Perderla. (¿a ella?)
Jugar, a veces, con venda.
En lo desconocido, el corazón agarrado.
En la sangre, el miedo.
Protegernos para no salir heridos... y herirnos desde dentro.
Y este juego, simplemente, consiste en estar mirando cuando aparezca la carta que esperabas.
En no hacer oídos sordos cuando suene nuestra canción. Salir a bailarla, como sea.
Es el juego del tiempo.
Saber, si te pierdes, con quién;
o descubrir
que viajas solo.
Es el destino al que nunca llegaron las palabras que esperaban.
Lidiar entre lo que sabemos
y lo que ignoramos.
Jugar nuestras cartas, intentar ganar la partida.
Perderla. (¿a ella?)
Jugar, a veces, con venda.
En lo desconocido, el corazón agarrado.
En la sangre, el miedo.
Protegernos para no salir heridos... y herirnos desde dentro.
Y este juego, simplemente, consiste en estar mirando cuando aparezca la carta que esperabas.
En no hacer oídos sordos cuando suene nuestra canción. Salir a bailarla, como sea.
Es el juego del tiempo.
Saber, si te pierdes, con quién;
o descubrir
que viajas solo.
viernes, 5 de mayo de 2017
Quien se va no vuelve aunque regrese.
A veces es necesario huir. Irse lejos. Pero no olvides jamás que la ciudad de la que escapas no va a esperarte.
No olvides nunca que la vida seguirá sin ti. Que alguien comprará el billete de tren a tu destino si tú no lo haces. Que alguien construirá donde tu destruiste. Que quizá el antiguo corazón de la ciudad sea deshabitado y ahora la vida transcurra en otro lugar, un nuevo centro a unas cuantas manzanas del viejo, que ahora sólo es un lugar vacío y silencioso que recuerda con dolor a todos los que emigraron e intenta mantener a duras penas a los ilusos que todavía se aferran a un pasado que no consiguen recuperar.
Abrazar fantasmas no es lo mío
Nos imagino construyendo de nuevo un breve momento que se asemeja a un pequeño paraíso analgésico, en el que sólo importa cómo nos movemos para sentirnos y la naturaleza que nos impulsa a ese movimiento. Y si puedo imaginarlo, no lo dudes, es porque lo recuerdo. Porque la memoria de la piel no engaña tan fácilmente como la memoria de las palabras y de los daños. Estamos hechos de una mezcla entre olvido y cicatrices, y no precisamente en ese orden. Cuántas veces olvidamos que las tenemos (o creemos vencerlas) y de nuevo volvemos a hundir el filo del peligro en ellas.
Imagino de nuevo ese momento. Ese instante que te hace eterno en el que todo el universo se reduce a ti, en el que cada átomo que importa está a escasos centímetros y es totalmente real, físico y palpable. Alargo el brazo y te toco. Con la extraña tranquilidad que precede al caos, con el extraño alivio de tenerte cerca y de saberme capaz de almacenar el recuerdo de tu tacto y poder recrearlo y traerlo de nuevo al presente, de nuevo a mi, cuando me plazca. La tranquilidad de que ahora estás aquí y de que cuando te vayas podré imaginarte. De poder hacer esto inmenso.
Imagino de nuevo ese momento. Ese instante que te hace eterno en el que todo el universo se reduce a ti, en el que cada átomo que importa está a escasos centímetros y es totalmente real, físico y palpable. Alargo el brazo y te toco. Con la extraña tranquilidad que precede al caos, con el extraño alivio de tenerte cerca y de saberme capaz de almacenar el recuerdo de tu tacto y poder recrearlo y traerlo de nuevo al presente, de nuevo a mi, cuando me plazca. La tranquilidad de que ahora estás aquí y de que cuando te vayas podré imaginarte. De poder hacer esto inmenso.
Y rompo ese momento de desorden perfectamente ordenado, ese momento de paz artificial, de una tranquilidad que se autoengaña, de luz antes de una tormenta. Descubro de golpe tus miedos. Pronuncio en voz alta lo que tú no te dices a ti mismo y de nuevo me digo que te conozco, porque no hay nada que nos defina más que el miedo. El tuyo, miedo a ser olvidado.
El mío, que tú me olvides.
sábado, 1 de abril de 2017
La valentía del miedo
Quizá sólo intentaba decirme que por dentro estamos hechos de aquello que más deseamos. Que las personas se rompen, y que si esto no sucediera así, las mentes más maravillosas quedarían atrapadas.
Quizá sólo quiso contarme que hay una historia invisible detrás de cada objeto visible. Que la vida consiste en aprender a leer de verdad y que hay personas que nunca aprenden a elegir. Que se quedan atrapadas en la bifurcación de un camino. Que no hay más preso que el que se deja caer a la suerte.
Quizá sólo quiso contarme que hay una historia invisible detrás de cada objeto visible. Que la vida consiste en aprender a leer de verdad y que hay personas que nunca aprenden a elegir. Que se quedan atrapadas en la bifurcación de un camino. Que no hay más preso que el que se deja caer a la suerte.
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