Estamos demasiado bien acostumbrados, y por qué no, también domesticados para que se nos tropiecen los movimientos y para que se nos estanquen las arterias con hipocresía, que es de los colesteroles que más matan. Al final nos acabamos arrastrando, como todos, para conseguir algo, cualquier meta de origen desconocido con lo que rellenar nuestra existencia vacía. Acabamos haciendo lo que dijimos que nunca haríamos, quizá ya no sea tan malo como decíamos. Ya nada nos parece tan raro, la sociedad normaliza lo que antes era malo. Quizá sólo estemos peleando para que nadie nos baje de nuestra nube. Quién sabe si estamos sobrevalorando nuestros actos, quién sabe si estamos infravalorando nuestro tiempo. ¿Qué diferencia existe entre vuestro Dios creado y mis reyes magos? Todos somos esclavos de alguna mentira.
A veces me pregunto a qué precio hemos vendido nuestra inocencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Por qué no escribes algo? ¿Es que te ha comido la lengua el gato?