Las cosas buenas pueden llegar o no llegar, eso no es lo difícil. Lo difícil es que se queden. Siempre ha sido así, la suerte atribuida al azar y la vida, por consecuencia, también. Pero se trata más de la fuerza con que agarres lo que quieres, de que los mejores finales vienen de los peores comienzos. Quizá las sonrisas más frágiles no lo sean tanto. Quizá no sea tanto por la fragilidad sino por los ladrillos que llevamos atados a las comisuras de los labios.
A veces todo es tan delicado que el mismo soplo que aviva la hoguera es el mismo que puede apagarla.
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