domingo, 2 de diciembre de 2012

El sol del invierno.

Nos tocamos, no es mucho y me sabe a poco. Pero sigue siendo suficiente. Suficiente para aferrarme con todas las extremidades que pueda y más a lo único que me queda vivo cuando todos se van. No te podrán descoser de mi alma y sin embargo eres libre de irte. Explícalo.

Todo el mundo se ha levantado alguna vez a por un vaso de agua en mitad de la noche, y ha atravesado sus pasillos en la oscuridad. La mayoría consigue su vaso de agua y vuelve a la cama, a oscuras, sin tropezarse con ningún mueble y sin necesidad de guiarse con las manos. Esto sucede porque todo el mundo conoce su casa. O eso creo. Pero contigo... contigo es diferente. Siempre acabo fiándome de más porque creo conocerte. Pero... ¡pum! cuando apago la luz tienes siempre preparada una guerra. Atacas cuando bajo la guardia y menos me lo espero, así, de repente, sin rodeos, más frío que el hielo que se derrite todos los días por allí arriba, en la otra punta del planeta sin que nos sintamos culpables. Somos así.


El invierno, tus labios nevados, tu corazón frío. Explícalo.





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