Te has ido tan lejos que cuando caminas no se si vas o estás volviendo. ¿Cómo pudiste perder más de lo que tenías?. ¿En qué te convierte eso ahora?
Ni siquiera la primera nevada del invierno podía contigo. Ahora eres tú la que viene a mi cama cuando te ataca el miedo, muñeca de porcelana, madre inventada.
Temo, y de verdad que temo, que mi respirar acabe contigo, como una ráfaga violenta de aire que sale, involuntariamente de mi, hacia ti, para destruirte.
Sobre todo a que se te despegue la vida y encontrarte, un día de estos no muy lejanos, abandonada más de lo que ya estás en la estantería, polvorienta, envejecida, como un libro desencuadernado. A tener que guardarte como a una flor marchita entre mis páginas. A tener que leerte el final del libro.
Temo que ya no tengas nada más que decir y sobre todo, que se me olvide que un día dijiste algo.
¿Porque lo dijiste, verdad?
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¿Por qué no escribes algo? ¿Es que te ha comido la lengua el gato?