viernes, 26 de abril de 2013

Santa fe.

Ni siquiera octubre, incluso los pilares en los que nos apoyamos se han echo añicos. Toda la luz sale de las grietas. Nos hemos tenido que romper para darnos cuenta. Pero los besos sin pasión son en realidad los besos que se suman y que no se olvidan. Los que cuentan al final.

En algún momento llegó y al principio fue una sorpresa. No fue un amor loco, nadie se escapó de casa ni aterrizó en habitaciones ajenas, nadie discutió, nadie sufrió. Nadie se moría de amor. Había cartas, se había escrito para un año entero. Qué digo, para una vida. Sonrisas de domingo y no de fuego. No eran mariposas, eran polillas las que se comían los estómagos  y se vomitaba de color rosa en la calle de cualquier esquina. Se aprende muy rápido a amar por primera vez.  Pero el amor no los mataba. Y si no los mataba ellos se morían.


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