sábado, 19 de mayo de 2012

Caladas de humo.

Hice girar mi vieja cajita de música, que siempre sabía como y de qué manera sonar si yo la llamaba. Siempre era la misma melodía, las mismas notas repitiéndose una y otra vez al mismo ritmo, y el eco de su música resonaba en el interior de la caja de la misma manera que lo había hecho anteriormente en repetidas ocasiones. Pero esa vez tuvo algo que las demás veces no tenía, o yo no había querido escuchar, porque normalmente se tiende a ocultar los detalles más significativos que podrían darnos una nueva visión sobre nosotros mismos, y a la cual tememos. Las astillas acariciaban con suavidad las sobreelevaciones de metal en la cajita, mientras yo movía la palanca en círculos, que se elevaban en el aire como si fueran caladas de humo. Al mismo tiempo, fuera, llovía y los relámpagos de una tormenta que desataba ira y desconsuelo iluminaban la calle queriendo ser el flash de una fotografía tomada en aquel mísero instante. Mi cajita de música seguía sonando pero el efecto que solía causar no era el de siempre. Mi corazón no imitaba el ritmo de la melodía y mis latidos no eran el eco que yo pretendía que fuesen. Esto provocó un silencio que jamás antes había escuchado, era el silencio de mis pensamientos. Para cuando me dí cuenta, la ausencia había barrido todas mis entrañas y no quedaba nada mío dentro de mi. Entonces supe que era inútil intentar sacar algo que no se lleva dentro.

Y todavía más si no se sabe lo que se lleva.

4 comentarios:

  1. Ainsss mi niña, cuantos sentimientos evocas siempre. Pero solo los cobardes temen la nada.

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  2. ;o Ménudo texto, piensa que todos a veces no tenemos las ideas claras, y las cosas cambian, solo hay que dejar que pase el tiempo.^^

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  3. Mi querida Manzanita:D Los cobardes no son los únicos, los valientes también la temen, ellos también pasan miedo, aunque lo afronten de una manera diferente.

    Gracias Irene:) Nada como el tiempo para aclarar las ideas, aunque a veces duela dejar que pase.

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    1. Los valientes saben que la nada forma parte de la vida. Y para afrontar la vida hay que asumir la nada, aceptarla, convivir con ella, y no temerla.

      Después de todo la nada es nada.

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