domingo, 17 de junio de 2012

Yo creo en las hadas.

¿No os habéis dado cuenta? ¿Por qué de repente todos creen en Dios cuando quieren algo de él, cuando se les cae la vida por el retrete? ¿Y por qué cuando sus vidas vuelven a la normalidad vuelven a su mantra continuo y repetitivo de "yo no creo en Dios"? Pues bien, eso me pasa a mi un poco contigo. Nunca había creído tanto en alguien como en ti. Pero yo qué sé, el tiempo ha vuelto a hacer de las suyas y le ha dado la vuelta a la moneda. Era de esperar, ¿no?

Pues yo no lo esperaba. Todo el mundo lo decía, pero yo no me lo creía. Y ha pasado. Ha pasado como si fuera el ciclo normal de la vida, como si tuviese que pasar. Los álbumes de fotos siguen ahí, echando polvo, pero con los mismos recuerdos que siempre habían encerrado. Y a veces tengo miedo de que nuestro amor se quede igual que las fotos, echando polvo, siendo parte de un pasado. ¿Alguna vez habéis creído de verdad en alguien? No me refiero a la confianza ni la admiración (que tampoco están de más), sino a creer de verdad. A poner todo lo que tienes dentro de una persona y darle un pedazo de ti. Uno sin el que no podrías vivir. Eso es creer. Regalar trozos de vida. Da tanto miedo cuando miras atrás y ves que te has ido, que algo de ti ya no sigue contigo. Que ya no eres la que eras y que quizá no vuelvas nunca. Y te da miedo no encontrarte entre tanta soledad fantasma.

Ya nos lo dejó bien claro Peter, tenemos que creer en las hadas y está prohibido pronunciar la frase en negativo. Por eso, repite conmigo: "Yo creo, si creo, yo creo en las hadas". Pero también sigo creyendo en ti. Porque creer no significa ver y tocar, ni tampoco sentir. Para creer sólo necesitas saber que está ahí, en alguna parte, bajo el mismo universo que tú. Y yo no soy de despedidas.

Por eso yo no creo en Dios. Yo creo en ti.

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