miércoles, 25 de abril de 2012

Dejas de creer en cuentos.

Fue una primavera tardía pero algunos pétalos bañaban las calles, esperando ser arrastrados por el viento y formando las coreografías de un artista pasado. Se elevaban del suelo con delicadeza y surgían remolinos de la nada; como si quisiesen contarme algo formando las figuras de fantasmas desconocidos.
Sólo yo parecía darme cuenta de este espectáculo diurno que se ofrecía a cualquier transeúnte que acertara a pasar por allí. Y recuerdo el sonido de los pies de los que andaban a mis lados, la fuerza con que maltrataban las aceras, las almas desorientadas y algunas miradas extrañadas al ver que me había parado en seco, allí, donde se supone que todo el mundo debía moverse. Donde no cabe duda de que nadie poseía un mísero segundo metido en una cajita de arena, en ese sitio al que todos llegan y del que quieren irse. La ciudad, vieja, cansada y rebosante de gente. Multitudes que te arrastraban a sus destinos más frívolos. El ruido del gentío, y cientos y cientos de voces que interrumpían un sueño invisible, un sueño salvaje.
Aún siento que se me escapa algo. Cientos de pares de zapatos, y solo unos pies descalzos. Solo dos ojos cerrados que no temían a la vida, que más que verla, querían sentirla. Solo dos oídos que no escuchaban y huían de las prisas. Solo un corazón que intentaba abrirse, y un pétalo que se acercaba.

3 comentarios:

¿Por qué no escribes algo? ¿Es que te ha comido la lengua el gato?