viernes, 10 de febrero de 2012

El mundo se ha dormido, seamos traviesos.

Despertémonos de este mundo de dormidos, abramos los ojos, hoy se puede hacer ruido. Gritemos, hasta que no nos quede más aire en los pulmones, hasta que se nos acaben las cosas por decir. Gritemos, porque hoy, deben escucharnos entre tanto silencio, cortinas de humo, y párpados cerrados. Vamos a despertarnos. Te suplico que nos sentemos de frente, y nos miremos a los ojos. Que los mantengamos bien abiertos y que nos vigilemos por si nos entra el sueño. Que uno sea el guardián del otro, para que cuando uno de nosotros dos se contagie, el otro pueda soplarle al oído; para que recuerde que si duerme, la pesadilla volverá. Y ya no existirá un nosotros, nos perderemos entre sin fines de aliteraciones repetitivas que no tienen final, hundiéndonos en el peor de los sueños. Por eso, despiértame. Por favor, no dejes que cierre los ojos, no dejes que me duerma y que mi alma muera.

Lua cerró los ojos poco a poco. Yacía muerta de frío y miedo entre un mar de personas tumbadas, durmiendo. Si en ese mismo momento miráramos alrededor, solo veríamos una red de humanidad. Humanidad,  que cuando están debajo del agua, agarran el pie de uno cualquiera y lo hunden por un pequeño hueco en la superficie cerca del aire. Humanidad, que en ese momento estaba unida, pero a la vez distante, cada uno en su propia pesadilla. De repente, Lua siente una sacudida que de alguna manera provoca que entreabra los ojos. Un impulso la despierta. Es él. Él, y el vaso de agua fría, al que corresponde el mérito.
-No voy a dejar que te duermas- le susurra al oído, como habían acordado.
Lua quisiera decirle que está cansada de esta guerra en la que lucha, y que ya no sabe si es la suya. Pero él la agarra de un brazo y la despierta de entre los dormidos.
-Ven.
-¿A dónde?
-Tú me dijiste que lo hiciera si esto ocurría.
Lua bosteza y no sabe de qué le habla, pero se deja llevar. Al fin y al cabo, será arrastrada por una u otra marea haga lo que haga. Han llegado lejos de los que sueñan. Es de noche, pero el primer rayo de luz llega hasta ellos a través de quién sabe qué agujero. Ilumina sus caras y se miran a los ojos. Lua no lo entiende.
-¿Por qué no miras el amanecer?
Él no aparta la vista de sus ojos.
-Ya lo estoy mirando.
"Lo veo en tus ojos".
Y los recuerdos llegan como el vaso de agua, sin avisar, sin entender de horarios, pero en el preciso momento en el que tienen que llegar. Y llegan para quedarse. Se sientan y se siguen mirando a los ojos a la luz de los primeros rayos de sol de un mundo dormido, y se preguntan: "¿cómo los dormidos no quieren abrir los ojos, cómo no quieren mirarse entre ellos, si se ve un amanecer en cada  mirada?"
Oscurece. Llueve. La humanidad duerme y se pierde el maravilloso paisaje que Lua tiene ante sus ojos. Un amanecer. En cualquier momento del día. A cualquier hora. Sin precio, sin sorpresas. Un amanecer en su mirada. Y promete no volver a pestañear.

2 comentarios:

  1. Una historia muy bonita.

    Demasiado.
    Tanto que raya en el surrealismo, más cuando vivimos en un mundo en el que todos tenemos los ojos cerrados (y la boca abierta para practicar un poco de antropofagia). Pero habrá que buscar la esperanza en historias como estas ¿no?

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    Respuestas
    1. Gracias.
      Habrá que buscarla en historias como estas si se nos pierde por el camino.
      Un oso. xD

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