lunes, 30 de abril de 2012

Tormenta de abril.


Labios blancos. Cara pálida. Coge aire de entre copos de nieve.


La humedad de un día que amanece lluvioso la despierta. O quizá hayan sido los remordimientos. Lo quiere ver todo muy claro y sus pupilas tardan tiempo en despertar. Le cuesta despegar sus labios y ha decidido no hablar con extraños. Lo ha prometido. Pero no sabe cuanto duran las promesas hechas por la clase de persona que es y que no tiene claro ser. La suerte jugó con ella y descubrió que no era fuerte. Que ignoraría todos los consejos de su temprana niñez (que en ocasiones había dudado abandonar) y subiría al coche de cualquiera por un precio que siempre se rebajaba después del trabajo hecho. Y es que, aunque no lo diga, porque ella casi nunca habla si no es de negocios, teme las tormentas de abril, y le asusta dormir a la interperie, con cartones a sus espaldas y firmamento en su mirada. Al principio creyó que su casa no tenía límites. Que nadie la detendría si intentaba correr por el pasillo, ni tampoco si quisiese acampar en el jardín y hacer una fogata. Lo creyó mucho y durante mucho tiempo. Pero un día, mirándose al espejo, se dio cuenta de que su pasillo eran las calles, su cocina el parque, su trabajo la esquina, y su cama, podía variar desde el asiento trasero de un coche hasta un cartón recuperado del contenedor. Su familia, los pájaros, y sus sueños, un café calientey un bocadillo. Por eso evitaba siempre los encuentros con el espejo, que la construía sucia y barata. Con el tiempo quiso ser amante de la velocidad y despegar de esta tierra encharcada de promesas e infidelidades. Y por eso no se mira en los retrovisores, porque teme ver lo que su vida ha hecho con ella o lo que ella ha hecho con su vida.

Labios blancos, cara pálida, coge aire de entre los copos de nieve, prostituta sin teléfono.


2 comentarios:

¿Por qué no escribes algo? ¿Es que te ha comido la lengua el gato?